IX

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Por fin llegó la hora del recreo, necesitaba de salir de clase cuanto antes.

Ese día no fue un día tranquilo como otros.

A la profesora de inglés se le antojó hacer grupos para un supuesto juego.

Teníamos que inventarnos una historia usando el Past Continous sobre vampiros y hombres lobo.

Mi grupo perdió, y todos me echaron a mí la culpa. Como siempre.

No caí junto a Ethan, por lo que estaba demasiado incómoda, aún más cuando cada dos por tres me mandaban indirectas o me mandaban a callar.

Lo pasé mal, tan mal que me dieron ganas de llorar. Muchas ganas.

Me contuve por el simple hecho de que no quería ser la víctima, ya lo había pasado muy mal siéndolo una vez.

Algo estaba mal en mí, sea lo que sea que hiciera, necesitaba cambiarlo, pero, ¿qué era lo que hacía?

Hace meses que Helena y yo dejamos de hablar. ¿Por qué todo el mundo seguía como si fuese el primer día?

Salí de clase con la cabeza baja, no quería que nadie me viese, que nadie me hablara, que nadie se burlase de mí.

Todos los días me miraba mil veces al espejo, sacándome nuevos defectos e intentando ocultarlos como sea y, aún así, la gente seguía viéndome alguna imperfección.

Estaba harta.

Para colmo, hoy Ethan estaba insoportable, solíamos mandarnos cartitas en clase, me sentaba siempre delante de él y nos pasábamos la hora criticando a los profesores o escribiéndonos letras de las canciones de Natos y Waor.

Ese día le mandé una carta, decía: "Estoy aburrida, ¿se te ha pasado ya el enfado de esta mañana? :)".

No obtuve respuesta. Posiblemente ni la abrió.

-Hola, preciosa -me saludó Teresa, levanté la cabeza y le sonreí.

-Hey, ¿qué tal? -le respondí.

-¡Bien! ¿Qué tal tú? -me preguntó y bebió de su café.

-Bien... -le dije intentando ser convincente.

No le podía contar lo que había pasado hace apenas unos minutos. No quería preocupar a nadie, suponía que eso sería una cosa pasajera, que el año que viene nadie se acordaría.

-No te veo tan convincente, ¿estás bien de verdad? Sabes que a mí me lo puedes contar todo -me aseguró. Era verdad, Teresa era la típica amiga que aunque le dijeses que has matado a alguien, ella te guardaría el secreto, pasara lo que pasara.

-No sé, estoy rara, no sé que el pasa a Ethan conmigo -le dije sinceramente. Ese día no habíamos ido a nuestro lugar habitual, sino que Ethan se había sentado solo y nosotras en otro lado diferente. De todas formas, nos podíamos ver perfectamente, prácticamente, estábamos enfrente.

-Déjalo, hoy esta raro, no sé qué le pasa, siempre tiene días así no te preocupes, no es personal -me informó. De todas formas, sentía que estaba enfadado conmigo por no haberle respondido nada en el metro. Me sentía culpable.

Teresa y yo seguimos hablando, de vez en cuando, Ethan y yo cruzábamos miradas. Quería acercarme a él y... no sé, decirle algo, quería aclarar las cosas.

Vinieron unas compañeras de Teresa y se pusieron a hablar de un supuesto trabajo. Me levanté del banco sin decirle nada a Teresa y me acerqué a él.

-Hola... -saludé tímida, no sabía cómo se iba a tomar mi llegada-. Oye... ¿sigues enfadado conmigo?

Me miró por unos segundos y volvió su mirada al libro.

¿Por qué me hacía esto?

-Dime algo... -supliqué, pero seguió con lo suyo. Me estaba empezando a molestar-. ¿Por qué me evitas? ¡Te pasas el día con ese maldito libro!

Exploté sin querer. No quería que se endadara conmigo, habíamos cruzado miradas, y no era ninguna coincidencia, estábamos pendientes, el uno del otro. ¿Por qué a la hora de la verdad no quería saber nada de mí?

Ya no estaba leyendo. Tenía la vista fija en un punto del libro. ¿Por qué no me hablaba?

Me estaba poniendo de los nervios.

-¿En qué piensas? -le pregunté.

Y justo cuando hice esa pregunta caí en la cuenta que, quizá, ya se habría aburrido de mí, o simplemente me utilizaba. Que no era mi amigo de verdad. O quizá sí, y yo era demasiado pesada. A lo mejor quería su espacio. O tal vez...

De reprente habló.

-¿Enserio? ¿De verdad crees que yo te evito? -me cuestionó, me quedé bloqueada, bajé la mirada. No sabía qué responder.

No quería ser así con él. Quería poder confiar, pero, ¿y si era él el que me escribía a diario mensajes horribles? ¿Y si solo me estaba gastando una broma y se estaba riendo de mí? ¿Y si no le gustaba como yo era y por ello me dejaba de hablar?

Cerró el libro, acercó su mano a mi cara y me levantó la mirada. Me sobresalté con el contacto. No me lo esperaba.

-Siempre he pensado que tienes carita de niña buena. Eres muy inocente, pequeña Jessica.

¿Qué?

Nunca me habían dicho eso, y lo cierto, es que no me lo estaba diciendo a malas, al revés, había una expresión en su cara que parecía que daba su aprobación.

-Y... supongo que por eso mismo, sería toda una pena que alguien quisiera hacer que te portaras muy mal, ¿no crees? -siguió diciéndome.

¿Por qué me decía eso?

¿Qué se suponía que quería hacer? ¿Escaparnos del instituto? ¿Saltarnos alguna clase y pasear por los pasillos?

Poca cosa podíamos hacer aquí dentro.

-¿Qué quieres hacer? -le dije con una sonrisa. Él se sorprendió y sonrió. Me miró de arriba abajo y clavó su mirada en mis labios.

¿Qué se suponía que quería hacer?

-La pregunta sería, qué es lo que no quiero hacerte -su mirada volvió a mis ojos-. Terminaríamos antes.

Y de repente, sin darme apenas cuenta de lo que de verdad estaba pasando Ethan se abalanzó sobre mí.

Nuestros labios apenas se tocaron cuando me aparté.

-¿Qué haces? -le pregunté bastante seca.

Ahora todo encajaba en mi cabeza. Quería que me acostase con él. Quería que hicieramos cosas malas, en la cama.

A lo mejor solo me lo estaba imaginando y solo quería besarme, porque tal vez tenía curiosidad, de todos modos, ¿por qué me quería besar?

No era guapa, tampoco tenía un cuerpazo, al revés, necesitaba perder algunos kilos.

Lo cierto era que nunca había besado a un chico. Nunca había tenido un novio. Nunca había hecho nada con nadie. No sabía cuando alguien quería ligar conmigo o no.

Nunca había hecho nada de eso.

Ethan se quedó bloqueado, bajó la cabeza y se llevó una mano a su nuca.

-Nada, déjalo, yo pensaba... bah, lo siento -me dijo. Cogió su libro y se levantó-. Deberíamos ir a clase.

Y dicho eso, me dejó allí plantada.

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora