Era la hora.
Estaba enfrente del hogar de Ethan.
A diferencia de mí Ethan vivía en una casa, yo en cambio, vivía en un ático, a mis madres siempre le han gustado los áticos y cuando llegué al instituto, ya nos habíamos mudado. Fue la peor decisión que pudieron hacer.
El ático era precioso, todo estaba iluminado por grandes ventanales, solo existía el color negro y blanco y eso me encantaba, tampoco se necesita tanto color para dar vida a un hogar. Mi cama, al igual que mi cuarto, eran gigantes, a diferencia de mi antigua casa.
Aún así, hubiera preferido mil veces quedarme en la pequeña casa donde viví doce años de mi vida. Quizá en ese lugar, alguien me hubiera querido de verdad.
Con una seguridad que no tenía, pegué en la puerta. A los segundos, Ethan me abrió, no tenía puesto su uniforme, lo que era normal, ya que era sábado. Traía puesto una camiseta negra de mangas cortas y un pantalón de chandal. Pocas veces nos habíamos visto los dos con ropa normal. Quizá el año pasado, cuando Helena y él estaban juntos, quedábamos todos los fines de semana, en realidad, quedamos tres fines de semana, justo lo que duraron. Tres semanas.
Recuerdo que cortaron en el centro comercial, quedamos los tres, Helena se fue con Ethan a una tienda de ropa y mientras a mí me dejaron sola durante más o menos una hora en un Mcdonal's.
Helena lloró durante todo el día después de la ruptura. Desde las cinco de la tarde, hasta las dos de la mañana que fue cuando las dos nos dormimos. En todo momento yo la estaba apoyando a muerte. Me dolió mucho que cortaran, me dolía verla mal. Al parecer, a la mañana siguiente, Helena despertó radiante y perfecta, como siempre. Como si nada hubiera pasado.
Sabía algunas que otras cosas de Ethan por esa razón.
Sabía que a Ethan le gustaba mucho jugar en la cama. Creo que esa fue una de las primeras primeras razones por las que Helena cortó con él. Helena era muy repipi para hacer cosas fuera de lo normal.
También sabía que Ethan tenía mucho dinero, más que nada, porque le compraba muchas cosas a Helena, cosas para nada baratas. Srgún Helena, Ethan era muy "detallista"
Helena no estaba pasando por un buen momento familiar, y aún así, parecía que estuviera en su mejor momento. Eso lo admiraba de ella, su gran facilidad para ocultar la verdad y parecer que todo estaba bien.
-Hola -me saludó Ethan. Me miró de arriba abajo, sonriente. Ese acto me incomodaba más que ningún otro, no sabía que se le pasaba por la cabeza cuando me miraba así-. Ven, pasa.
-Hola, gracias -le dije sonriente. Ignorando la mirada de Ethan.
-Mis padres no están, tenemos la casa sola -me explicó llevandome al salón-. Salvo por estos dos pequeños terremotos.
En el salón, había dos niñas rubias con los ojos igual de azules que Ethan. Parecían que eran inglesas o algo por el estilo. Yo era rubia, pero no tanto como esas dos pequeñas.
Las dos niñas idénticas nos observaron cuando entramos por la puerta, seguidamente, se miraron entre sí y se pusieron a gritar y a saltar como locas.
-¡Ethan tiene novia! ¡Ethan tiene novia! -gritaron repetidamente. Yo me reí por lo bajo y se me calentaron un poco las mejillas.
¿Cuántas novias habría tenido Ethan después de cortar con Helena?
-Son mis hermanitas, tengo que cuidar de ellas hoy -declaró y me miró con una sonrisa pervertida-. Tranquila, no nos van a molestar.
Puse los ojos en blanco y lo seguí hasta su habitación.
Su cuarto era gigante, era azul y blanco, tenía dos ventanales gigantes por donde entraba mucha claridad, tenía dos pantallas de ordenadores, un teclado con luces y un escritorio bastante amplio.
También había una cama gigante, incluso más grande que la mía.
Tenía un armario gigante y baño propio.
Su habitación era perfecta. Estaba muy ordenada, estaba cada cosa donde tenía que estar.
Tenía un par de pósters colgados de Natos y Waor, y sus discos en físico en una estantería.
Miré a Ethan un segundo, éste se río y se dirigió hacia su gran escritorio.
-Ven, cierra la boca y siéntate, anda.
Hice lo que me dijo y sonrió con satisfacción.
Cogió su portátil, tecleó algo y me puso la pantalla enfrente.
-Tu cuarto es una pasada, es como tan... -dije pero me cortó, para variar.
-¿Sabrás cómo usar un ordenador, no? -preguntó.
¿Era imbécil? ¡Claro que sabía!
Suspiré ignorando su pregunta y cogí el portátil con intención de escribir y demostrarle que sabía perfectamente buscar información.
Hasta un niño de seis años podía hacer eso ¿¡Por quién me tomaba!?
Estaba apunto de darle a la primera tecla hasta que me di cuenta de que no podía poner nada, no sabía de qué íbamos hacer el trabajo.
-¿De qué vamos a investigar? -demandé cortante. No me gustaba nada cuando me tomaban de tonta, y más cuando me cortaban. Cuando él me cortaba.
-¿De qué quieres investigar? -cuestionó
-Me da igual.
-Y a mí -me miró divertido, seguidamente frunció el ceño-. No estés tensa, Rubita, relájate. No te voy a volver a besar.
¿Qué? ¿Quién se creía que era?
Él y yo nunca nos habíamos besado.
Y aún así, no estaba tensa por eso. ¡Por dios, ni siquiera estaba pensando en eso!
-Tú y yo nunca nos hemos besado -dije entrecerrando los ojos.
-¿Te gustaría? -me cuestionó sin vacilar.
Yo en cambio, sí que vacile.
¿Me gustaría?
¿De verdad lo quería besar?
-¿De qué vamos a hacer el trabajo? -le volví a preguntar. Intentando cambiar de tema
-Dime, Rubita, ¿querrías?
-No.
No sé como tuve ovarios para decir esa palabra. Me salió sin pensar.
-Sé que sí -sonrío satisfecho.
-Te he dicho que no.
-Y yo te he dicho que te mueres por mí.
Silencio.
-Lo que digas -puse los ojos en blanco.
-Vale.
-Vale.
Más silencio.
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Etéreo
Teen Fiction¿Había algo más delicado que ella? ¿O algo más ligero que él? Ella escondía un gran secreto. Él quería descubrirlo como sea, aunque, al saberlo, le rompiera el corazón en mil pedazos. Su amor era algo fuera de este mundo. Etéreo: extremadamente deli...