Capítulo 2

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Seokjin miraba como Jisoo echaba una ojeada, a través de las persianas. Su trabajo, como esclava del anfitrión, era saludar a los invitados y hacerlos sentir cómodos. Aunque la casa podía acomodar a más, él había planeado una pequeña reunión, menos de diez personas.

Seokjin no quería abrumar a Taehyung. Su mirada vagó por el salón, hasta que cayó sobre el objeto de su búsqueda.

Park Jimin había encontrado una esquina y se había hecho casi invisible. El delgado pelirrojo, vestido con unos vaqueros descoloridos y una camisa con cuello de botones abierta, parecía fuera de lugar, aferrado al último pedazo de su antigua vida. A no ser que un Amo se lo ofreciera, llevar el ancho collar de cuero no estaba permitido. Sin embargo, Jimin no lo dejaría en su cuarto. Se había convertido en su manto de seguridad.

Seokjin sacudió la cabeza. ¿Cómo se las había arreglado para recoger un alma tan herida?. Volvió la vista hacia la puerta, mientras Jisoo la abría para Taehyung.

Su hermosa esclava saludó al invitado, con la deferencia debida al ser amigo de su Amo. A veces Seokjin se preguntaba quién era realmente el esclavo en esta relación. Él podía tener el control de su cuerpo, pero ella poseía su corazón. Ella quería ayudar al desamparado joven pelirrojo, que se veía perdido, sentado en una esquina de la sala de estar de Seokjin. Ahora tenía que conseguir que Taehyung se fijara en él.

Taehyung echó un vistazo alrededor del salón, encontrando muchas caras familiares. Un pequeño suspiro de alivio escapó de su control, cuando notó el número. Demasiadas personas y temía que pronto hubiera escapado de allí.

Con un nudo en la garganta recordó su última visita con Jungkook, tan cerca, detrás de él, que podía oler su esencia. Su esclavo siempre olía a café. Una sonrisa apareció en sus labios. Jungkook era un aficionado tan grande a la cafeína que, cuando Taehyung tenía que castigarlo, negarle el café era una verdadera tortura.

—¡Taehyung! ¡Bienvenido! —Seokjin caminó hacia él, saludándolo.

—Gracias —contestó, estrechando firmemente la mano de Seokjin—. Pequeña fiesta.

—Sí, no estaba de humor para nada demasiado complicado. Debes conocer a la mayoría de la gente aquí.

Mientras se soltaban las manos, Taehyung echó un vistazo alrededor del cuarto, nuevamente. Sólo había un par de personas que él no conocía. Posiblemente los disponibles que Seokjin había mencionado la otra noche.

Un hombre de pelo y ojos oscuros, de aproximadamente treinta años, caminó hacia él. Deteniéndose a unos pies de distancia, guardó un respetuoso silencio. Claramente ya entrenado, el hombre mantuvo la mirada fija hacia abajo, su cuerpo inmóvil.

—Hola —dijo Taehyung en voz baja.

—Hola, ¿puedo traerle algo de beber?

—Whisky escocés, solo.

El sumiso se alejo rápidamente para traer su bebida. Taehyung echó un vistazo a Seokjin.

—¿Quién es?

—Byun Baekhyun. Es nuevo aquí en Nueva York. Se mudó desde California cuando su empresa se trasladó. Su viejo Amo, lo liberó de su contrato. No puede ser un 24/7, pero tiene excelentes referencias.

Taehyung tuvo que sonreír. La escena sadomasoquista parecía a veces tan organizada. Desde luego, necesitaba ser así. Aunque muchas personas pensaran que el sadomasoquismo era malo y la forma más perversa de satisfacer las fantasías sexuales, había reglas. La mayoría de la gente las cumplía y la organización ayudada a evitar que aquellos que no lo hacían, causaran demasiados problemas. Seguridad, prudencia y consentimiento eran sus normas. Pero había algunos que no seguían las reglas. Y aquellos eran de los que siempre se oía hablar en los periódicos.

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