i. Una vida resuelta

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    MALVINA ENTREABRIÓ SUS OJOS, TENTANDO EN SU CAMA HASTA dar con el suave pelaje de Tiberius, la pelinegra hizo una mueca aún adormilada, y sus ojos cerrándose poco a poco lo demostraban, parecía que esas sábanas no querían dejarla ir.

    Se había quedado dormida por la tarde, suponía que su madre no había dicho nada porque había notado la hora en la que llegó ayer de la academia, luego de quedarse entrenando hasta. Prepararse era la única manera que tenía para ocupar su tiempo y sacar un poco de esa tensión que se respiraba en casa desde la muerte de su hermano, principalmente entre sus padre con la cosecha de los Juegos del Hambre anuales tan cerca.

    La pelinegra suspiró al ponerse de pie descalza, lo que llamó la atención de su imponente can negro que muchos calificaban como peligroso y brusco para la clase de mascotas que un distrito tan rico como ellos usualmente tenían, pero para ella, ese rottweiler era el animal más leal que conocía, la había cuidado desde niña y en el último año, solía ser su mejor compañía en casa. Su padre lo llamó Tiberius, como el emperador de romano, cuando lo trajo a casa como regalo del décimo cumpleaños de su hermano.

    A su madre no le agradaba la idea de tener un perro tan grande, y siempre se le veía quejándose por él, tanto como a sus vecinos en la aldea de vencedores, aún después de siete años con ellos; e irónicamente, el perro en su inocencia, la amaba, tal vez no recuerda que su madre deja la puerta abierta, con la esperanza de que un día, se vaya y no regrese; incluso cuando era un pequeño cachorro que Malvina con nueve años podía cargar en sus brazos. Así de extraña podía ser el cariño.

    Aunque cuando Gribbs murió durante el último día de los juegos por un hachazo en el pecho a manos de Haltz Xylon; Sodal se aferró a ese perro que tanto amaba su hijo mientras veía el en vivo y lo abrazó por toda la noche entre el llanto como su paño de lágrimas. Su padre no pudo consolarla porque estaba inmerso en su propio dolor, y había salido, no regreso esa noche, ¿Dónde estuvo? Malvina jamás lo supo. Ella  encerró en su habitación con la incredulidad en las venas, pues nunca estas preparado para ver a un ser amado morir y tampoco te enseñan a como existir con el hecho de no volver a ver a un hermano.

    Malvina hubiera querido decir algo como consuelo para su madre, pero lo cierto es que estaba tan herida como ella. Y aún después de un año, seguía siendo difícil entrar en la habitación de su hermano y ver esa cama vacía, nadie la había tocado, seguía tan intacta como el día en que se fue a la cosecha mientras ellos estaban entusiasmados de saber que él se ofrecería como voluntario.

    Aunque Malvina no se arrepentía de no haberlo detenido. Después de todo, su padre siempre se los repetía: "Morir en la arena es morir con gloria." Y ni siquiera la muerte de su primogénito lo hizo cambiar de parecer, tomaba el deceso de Gribbs como un símbolo más para la historia familiar de los Byrne. De su madre no podía decir lo mismo, ella asentía cada vez que su padre glorificaba a su hermano, pero en sus oscuros ojos, Malvina veía su recelo, la rabia de una madre que anhela recuperar a su hijo.

KNOCKING ON HEAVENS DOOR¹ ─── GlossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora