xix. El fruto envenenado

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     LOS PICHONES FUERON SOLTADOS Y MALVINA LOS VIO TOMAR VUELO, aunque con un poco de dificultad, pues sabía que les cortaban las alas para que no volaran tan rápido o lejos. Sus violáceos orbes atraparon cada aleteada, cada movimiento mientras se elevaba hasta que escuchó la orden de disparo y la bala dio contra la pequeña ave que se desplomó a lo lejos.

    Malvina pestañeó con monotonía, sosteniendo el rifle contra su pecho y vio a su padre acercarse hasta el cuerpo del pichón tomarlo entre sus manos, ya iban tres por esa mañana. Cada vencedor tenía su forma de llevar el peso de sus juegos, ella se desahogaba con los entrenamientos de la palestra, su padre en la cacería.

    —¿Sabes? Eso podrías comprarlo y te evitarías la necesidad de matarlo y luego desplumarlo — Malvina recordó como su madre se quejaba de las plumas que luego Tiberius se comía.

   —No hay nada como lo natural, de hecho, debiste traer a Tiberius. El perro nos hubiera servido ahora, tal vez podíamos haber cazado un león de montaña —Neón recargó el rifle mirando a Malvina de reojo, lucía pensativa—. Mi padre me traía cuando era niño y su padre a él. También solía traerte con Gribbs, tenían unos cinco o seis años.

   — Sí, lo recuerdo, cargábamos los conejos para que mamá los hiciera en un estofado, pero el abuelo lo hacía por deporte, ni siquiera se comía al animal.

   Malvina había cientos de veces la sala de cacería del abuelo que exhibía con orgullo a sus invitados, tenía dos cabezas de ciervos, una de jabalí, una piel de oso como tapete y un collar hecho con las garras de un puma. Sí bien, de niña le encantaba, ahora sentía pena por los pobres animales que habían terminado ahí.

   Podía decir que le dolía más la muerte de los animales que la de los humanos.

   —Phaedra sabe que estamos aquí, ¿Cierto? Porque ahora mismo, papá, no me gustaría tener un mal entendido con los agentes de la paz.

   —Tranquila, Phaedra ya sabe que vengo en fechas de invierno de cacería. Sólo mueve los agentes a la zona norte y les indica que no se acerquen si oyen disparos. ¿Has visto a tu madre últimamente?

   — Sí, ella irá al Capitolio la semana que viene. Necesita tomar un par de bosquejos de un ministro, dijo algo que quería unas estatuas para la entrada de su jardín.

   Neón se rio entre dientes — Los del Capitolio ya no saben en que gastar su dinero y cuando no sabes qué hacer con él, entonces caes en una deplorable decadencia.

   Malvina elevó la comisura de su labio — Creí que la gente del Capitolio te agradaba.

   — Uno tiene que decir lo que le conviene. Tienes que saberlo; Phaedra dijo que eres una buena demagoga, tal vez deberías pensar en hacer tus propias tarjetas para la Gira de la Victoria. Las que escriben los representantes usualmente suelen ser tan banales.

KNOCKING ON HEAVENS DOOR¹ ─── GlossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora