xvi. Un día en la villa

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    —EL CAPITOLIO AL FIN YACE A NUSTRO ALCANCE — esas habían sido las últimas palabras que su hermano le dedicó tomándola de los hombros con una sonrisa esperanzadora, él creía sin duda que iba a regresar, porque así era Gribbs, un positivista empedernido.

    Malvina cerró la puerta de su casa, sin saber porque esas palabras exactas habían aparecido tan claras en su mente esa mañana. Estaba en su hogar, pero se percibía como una extraña cuando salía a las calles, sólo había pasado una semana desde que llegó de su semana en el Capitolio. Malvina se sentía como si hubiera estado ahí una eternidad, para luego regresar a una realidad totalmente diferente.

    La pelinegra chocó repentinamente con un cuerpo más grande que la detuvo. Malvina elevó su vista y se alegró cuando se encontró con los ojos del rubio, Gloss sonrió tímido.

    —Lo siento.

   — No, yo... Ni siquiera me fijé, tenía la cabeza en otro lugar — Malvina le explicó apretando ligeramente sus labios mientras lo miraba, era la primera vez que hablaban directamente desde su abrupta despedida antes de subir al podio.

   —No hay lugar a donde la memoria no te siga, ¿Eh?

   —Algo así. Yo... Iba a la palestra. Augustus y yo pensábamos dar algunas clases. Tal vez podrías venir a darnos una mano hoy.

   — ¿Me quieres cerca de un cuchillo? Eso puede ser muy peligroso—bromeó, parecía tener un aura más ligera cuando estaba en el distrito que en su estancia en la capital, Malvina pensó que tal vez era la presión como mentor, pero también podía ser que ahora sabía que ella viviría y por eso podía dejarla entrar en su vida.

   — Estoy dispuesta a arriesgarme a cambio de ver al famoso Gloss Gummer en acción.

   Gloss se rio por lo bajo y la miró sonriente — ¿Con que tú y Augustos se han vuelto cercanos?

   — Es agradable. Creo que a veces necesitamos contagiarnos de un poco de su felicidad.

   —Felicidad... —el rubio se jactó —, te concedo que Augustus tiene mis respetos, ha sabido afrontar la situación mejor que la mayoría de nosotros.

   —Bueno, date un poco de crédito, tú fuiste su mentor.

   —Sí, pero lo que haya aprendido sobre contener a las masas y sacar sonrisas a la gente, eso fue más trabajo de mi hermana. Cash aprovechó su tacto con la gente.

   — Hmm... Ese tono me hace cree que no irás.

  — Trato de no tocar las armas más de lo que es necesario — aceptó —. Tú ya sabes que tengo mi propia clase en la palestra y de vez en cuando hago un entrenamiento extra, pero mi tiempo bélico ya paso. Ahora, tú también deberías tomarte con calma el volver a la rutina.

KNOCKING ON HEAVENS DOOR¹ ─── GlossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora