ii. La cosecha

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    PARA CUANDO EL SOL ALUMBRÓ EL DÍA DE LA COSECHA, MALVINA BYRNE TENÍA CLARO LO QUE IBA A HACER, pero no si podría lograrlo. Decían que la intención es lo que cuenta, pero Malvina estaba segura que quién dijo eso, no iba a ir a una lucha de gladiadores. 

    Malvina suspiró sacando un poco de leche de su nevera mientras su padre estaba en la cocina y su madre en la mesa. Aún era temprano, así que tenían tiempo para poder desayunar y luego arreglarse; los hombros de la morena estaban tensos cuando se sentó en aquella mesa de caoba, podía ser la última vez que compartía una comida con su familia, pero más que tristeza, era nostalgia la que apretaba con un nudo su estómago, cientos de memorias volvieron a ella. Tenía viviendo en esa casa desde que nació, diecisiete años concretamente y no había un lugar que no fuera especial para ella.

    La pelinegra pestañó mirando a su madre, quien estaba revisando los pedidos que algunos de sus clientes del Capitolio habían hecho. Tenía una expresión pensativa cuando Malvina la miró fijamente, buscando el parecido que las personas tanto decían que tenía con sus hijos, tanto ella como Gribbs habían compartido el cabello oscuro de su madre, sólo que el de Malvina caía en el negro. También tenían esa piel ligeramente morena, su padre decía que eran como tostadas para molestar. De hecho, el único parecido que los hermanos compartían con su padre, era tal vez los ojos, y eso en el caso de su hermano, que los tenía azules como los de Neón.

   Su apariencia había desatado numerosos rumores de infidelidad hace años, pero su propio padre había salido a desmentir todo ello, defendiendo a su esposa e hijos a capa y espada, incluido de sus abuelos, quienes formaban parte de la clase comercial del distrito con su perfumería. Actualmente una de las más concurridas del distrito por el prestigio de tener a un vencedor como hijo.

     Sus padres se habían conocido justo ahí, un par de años después de ganar sus juegos, seguía visitando la perfumería e incluso, apoyando con una mano de trabajo extra por el puro placer. Ya que contaba, que los vecinos en la Villa de Vencedores no eran exactamente muy sociables. Y él los entendía, tenía las secuelas de la arena a pleno día -incluso ahora-, pero el luchaba por mantener la cordura, buscando rehacer un poco de su vieja rutina.

   Su madre entró buscando un perfume y él le dio el indicado... Junto a una cita.

   Sodel por otro lado, venía una familia de artistas, ella se dedicó a esculpir y sus padres eran músicos de excelente prestigio que habían llegado a tocar en las orquestas del Capitolio y en presencia del presidente de Panem. Sin duda, su padre decía que tuvo la fortuna de enamorarse de su madre, pero en el fondo, Malvina se jactaba de conocer demasiado bien a su madre, para sospechar que tuvo otras intenciones antes de quedar prendada por su padre.

    Ella misma lo había dicho: es difícil ser esposa de un vencedor. En cierta forma sientes admiración, pero también terror. Porque ninguno era un asesino, hasta que se encuentran en la situación letal o cuando están a la mitad de un ataque de ira... Afortunadamente, Neón jamás había tenido un incidente así. Malvina siempre veía a su padre como alguien de carácter fuerte, sí, pero lo controlaba bajo la carta de un rostro estoico y un alma familiar.

KNOCKING ON HEAVENS DOOR¹ ─── GlossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora