xii. Espuelas por alas

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     INEVITABLEMENTE CUANDO ALGO MARCHA RELATIVAMENTE BIEN, algo tiene que salir mal para que entonces, el balance vuelva a la jugada maestra.

     Dejar esa caverna fue más que inevitable para ambas, pero fue Malvina la que insistió en irse, ya que no le daba buena espina quedarse. Annaleisa la había estado acusando desde entonces de escuchar a su propio ego para salir con la intención de toparse con algún tributo y aumentar su lista de muerte, claro, sí todo iba como planeaba y no era una de ellas por las que sonara el cañón.

    Malvina hizo una mueca cuando sintió la arena caer con más fuerza en su cara de lo normal, lo único que le ayudaba en su visibilidad debido al candente sol, era la chaqueta amarrada en su cabeza.

   — ¿Ves algo con eso? — preguntó Annaleisa desde atrás dando un suspiro.

   — Es difícil por la arena, parece traer viento — mencionó elevando de nuevo los binoculares sin dejar de caminar.

   — Más nos vale encontrar algo o habremos abandonado un escondite para nada — resopló —. Ayer escuché una vez más el cañón, creo que ahora somos nueve o diez y sólo han pasado dos días, ¿No te parece sospechoso?

   — Mientras esto termine más rápido, por mí mejor. ¿O es qué quieres quedarte aquí para asarte como un pollo?

   — No, pero algo no me cuadra. Los Vigilantes no han enviado nada.

   — No los invoques, rubia — Malvina entrecerró su vista por los lentes y se detuvo abruptamente, para luego jalar hacia abajo a su compañera —. Abajo, abajo.

   — ¿Qué pasa? — susurró, obviamente había visto algo.

    Malvina chasqueó su lengua y asomando por su cabeza por el montículo rocoso al ver al chico del 7, Vitulus merodeando el área con preocupación, pero también estaba jadeando con cansancio, la pelinegra incluso vio cómo se inclinó sobre sus rodillas mientras daba miradas furtivas hacia atrás, era como si alguien lo estuviera siguiendo, pero la Dama Purpura no escuchó anda.

    Vitulus no parecía acompañado de Biancca como algunos pudieron pensar por ser del mismo distrito.

— Es el chico del 7.

   Malvina chasqueó su lengua y apretó el mango de su látigo — Ya lo sé... Y no está acompañado.

   Anna arqueó una de sus cejas, mirándola severa por el tono que uso y esa mirada inyectada de odio. No lo comprendió por unos segundos hasta que hurgó en su mente y recordó el incidente del hermano de la pelinegra. Gribbs había podido ser vencedor, de no ser por el tributo del 7 que lo mató.

    — Malvina, no lo hagas. Eso no lo sabemos — advirtió con severidad al verla sacar el látigo de su cinturón.

   —Ni siquiera me verá venir, no sabe que estamos aquí.

KNOCKING ON HEAVENS DOOR¹ ─── GlossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora