xiv. Los amantes de Panem

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    MALVINA ABRIÓ LOS OJOS, encontrándose entre cuatro paredes totalmente blancas, apretó sus ojos aun sintiendo un hormigueo en los brazos y las piernas, pero su alarma llegó cuando sintió las correas atándola a la camilla. La sensación de estar atada, de nuevo prisionera, hizo que todos sus nervios se dispararan y tirara alarmada de ellas una y otra vez.

    Incluso pudo jurar que se despertó mejor y con desesperación.

    — Cariño, mírate — la voz de Cashmere fue lo primero que escuchó y agudizó sus sentidos, la rubia entró con una sonrisa socarrona y cruzada de brazos —, eres un maldito desastre.

      — ¿Qué diablos es esto?

Cashmere rodó los ojos y miró por el pasillo antes de entrar —Tranquilizante, nos lo hicieron a todos cuando llegamos. Lo hacen para que cuando despiertes, sí aún no sales del shock, evite que mates a alguien.

   — ¿Sí? Pues esto no me tranquiliza, me alteró en cuanto las sentí.

   La rubia presionó un botón al lado de la cama y las correas se soltaron automáticamente, Malvinas soltó un suspiro de alivio y cerró ligeramente sus ojos de nuevo, dejando caer su rostro contra la almohada.

   —¿Dónde estamos?

   — En el Centro de Entrenamiento. Te han traído para sacarte el chip y para curar todas tus heridas. Tienes la entrevista con Caesar por la noche y mañana, nos vamos después que Snow te corone como vencedora.

   Malvina rio secamente — Apenas salgo y ya estoy cargada de trabajo.

   — Llevas inconsciente cuatro días.

   La pelinegra abrió ligeramente sus ojos y apretó sus labios mientras los días se repetían en su cabeza, para ella sólo había sido un abrir y cerrar de ojos. Tal y como acabar con la vida de seis personas, podía estar limpia, sin sangre, pero era como si aún la sintiera en sus manos, relamió sus labios, ya no estaban secos o agrietados. De nuevo podía sentirlos suaves.

    Malvina pensó en que dentro de poco estaría en casa y vería a su padre, a su madre y a Tiberius. Incluso tendría una casa propia para llevar a su perro sin que su madre la estuviera regañando con él. Ahora no sólo sería una alumna en la Palestra, sino una maestra sí así lo quería o simplemente podría quedarse en casa sin la necesidad de trabajar.

   Volvería a tener una vida y eso le sacó un par de lágrimas. Lo había logrado, estaba viva y fuera de ese lugar. Su vida ya no peligraba, podía volver a pensar en su futuro, pero lo cierto es que sólo quería pensar en el presente.

   — Sé que es confuso, yo también permanecí aquí un par de días hasta que me recuperé de las mordidas de esas estúpidas ardillas. ¿Malvina? — Cashmere frunció su ceño al notar la ausencia de palabra. No llegó a sentirse incómoda, pero percibió que el que podría tratar mejor con ella era su hermano —. Escucha, Gloss vendrá en unos momentos. Está con los doctores escuchando el... Pronóstico.

KNOCKING ON HEAVENS DOOR¹ ─── GlossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora