59. DE NUEVO CURÁNDOTE

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DAKOTA

Me encontraba en la pequeña celda solo con una luz led pegada al techo iluminando todo lo que me rodeaba. Había un sonido constante en el cubículo de Baco que no conseguía identificar pero comenzaba a ponerme nerviosa. Baco no respondía a mis llamadas, miles de ideas pasaban por mi cabeza pero no saber cuál era la respuesta era un martirio.

La puerta se abrió haciendo que desviara mi foco de atención de las rejillas al hombre que entraba.

-Vamos preciosa, tenemos que enseñarte algo. -mi intuición me decía que tenía que ver con Baco pero aún tenía la esperanza de que no.

Me levanté y me agarró del brazo de una forma bruta como si fuera una muñeca de trapo. La puerta de la celda de Baco estaba abierta y el hombre me lanzó dentro. Cuando mis manos tocaron el suelo noté como se me impregnaban de un líquido algo peguntoso. Miré mis manos llenas del líquido rojo y me esperé lo peor al levantar la vista. Aquello no podía ser otra cosa más que sangre. Al conseguir mirar a Baco mi corazón se hizo trizas. Este apenas podía abrir los ojos y verme, había derramado demasiada sangre. Sabía que si no paraban ahora mismo acabaría desangrándose. Los tipos que nos rodeaban no paraban de reírse sintiéndose orgullosos de la monstruosidad que acababan de cometer. Me acerqué a Baco ignorando las risotadas que había a mi alrededor, debía hacer algo pero el qué. Aquí no podría curarle las heridas y de alguna forma tenía que cortarle la hemorragia. Los hombres salieron del cubículo dejándonos a solas cosa que me sorprendió.

-Dios mío Baco, no sé cómo has podido soportar todo esto. -acaricié su mejilla con cuidado. Esta no estaba marcada pero sabía que cualquier movimiento brusco ahora le podría causar mucho dolor.

Miré a mi alrededor para ver cómo debía desatarlo. La cama no estaba pegada a la pared por lo tanto podría moverla de sitio. La puse delante de él para luego al quitarle las cuerdas dejarlo caer de cara. Todas las heridas que tenía estaban en la espalda por lo cual era mejor de esta forma. Me subí a la cama y con algo de dificultad debido a la tirantez de las cuerdas conseguí desatar los nudos. Agarré su torso para que no cayera con demasiada brusquedad pero mi fuerza no era la suficiente. Al caer gruñó debido al dolor y pude ver que se le caían una o dos lágrimas. Me arriesgaría a decir que el simple hecho de que corrieran por sus mejillas le molestaba. Se las limpié con cuidado con mi dedo pulgar, después miré su espalda con más detenimiento. Su piel casi se había despegado de su cuerpo y la imagen que ofrecía no era para nada agradable.

-Voy a intentar curarte. ¿Te acuerdas cuando tu jefe mandó a que te dieran una paliza? Después de curarte admitiste que te encontrabas mucho mejor y con menos dolor, así que confía en mí. Esta vez será igual. Piensa en el alivio de tenerlo todo curado y bien. -sabía que no podía responderme pero intentó mover su cabeza para asentir. Le di un suave beso de cariño en la parte de la coronilla.

Me quité la chaqueta que llevaba puesta y pensé en dónde debía apretarle para cortar la hemorragia. Miré toda la habitación buscando algo que me pudiera ayudar, comenzaba a agobiarme al no saber cómo actuar. Al dar este repaso a la habitación vi una botella de whisky en una esquina justo debajo de donde estaba antes la cama. Seguramente uno de los anteriores huéspedes se había dado un festín aquí. Decidí que antes de darle con alcohol debía de limpiarle un poco la sangre y la suciedad para que no escociera tanto. Miré hacia el váter suspirando. No me quedaba otra.

Tiré de la cisterna por si acaso y rompí parte de mi pantalón, mojé el trozo de tela en el agua del váter y lo dejé apoyado en la cama. Antes de hacer esto debía cortar la hemorragia. Anudé con dificultad la chaqueta por debajo de las axilas procurando apretarlo. Una vez hecho esto cogí un la tela mojada y la estrujé sobre su espalda con toda la delicadeza que pude. Le dolía mucho, lo sabía. Acaricié su brazo intentando que sintiera mi afecto.

-Ya mismo dejará de doler te lo prometo. -quizá mis palabras pudieran calmarle dentro de lo posible.

Después de limpiar con agua las heridas cogí el alcohol. Esto si iba a escocerle y mucho. Mojé el trozo de tela que utilicé antes pero esta vez en alcohol. Poco a poco fui presionando levemente la tela sobre la superficie de su espalda. Algunas veces se le escapaban alaridos de dolor que hacían que me frenara en seco. Sabía que debía hacerlo a pesar del dolor que le sintiera en este momento.

Al terminar subí sus pies a la cama y lo dejé recto. De un momento a otro saqué la fuerza que nunca antes había tenido y coloqué la cama donde se encontraba antes ya que había cortado el paso de la puerta con esta. Agarré su mano mientras me sentaba en el suelo junto a él. Abría los ojos de vez en cuando para mirarme y asegurarse de que seguía junto a él, después volvía a cerrarlos para soportar el dolor.

-Baco, debes de ser fuerte. Vamos a salir de esta ya lo verás, tu padre vendrá a buscarte y te sacará de aquí. Luego tú nos sacarás a mí y a Cameron. -besé su mano sonriendo- Sabes cuando te vi en mi casa por primera vez tuve miedo. Después conforme pasó el tiempo comprendí que contigo estaría mucho más segura que sin ti. Deseaba a cada momento cruzarme contigo por el pasillo o verte ya que la curiosidad que sentía por ti solo iba en aumento. Sé que siempre tuvimos nuestras peleas pero estoy segura de que solo era porque no podíamos admitir lo que realmente pensábamos el uno del otro.

Baco me sonrió intentando abrir los ojos después seguí hablando. Sentía que mis palabras lo entretenían y se olvidaba en parte de su dolor.

-Cuando era niña… -comencé a contarle anécdotas y otras experiencias de mi vida pasada. Yo conocía cosas de su pasado en cambio el de mí no. No sabía si era el momento adecuado pero sentía que tenía que hablar o hacer algo para apaciguar su sufrimiento. Luego de haber estado hablando seguramente más de una hora acabé rendida con la cabeza apoyada en su brazo.

•[SIEMPRE mientras ESTÉ]• (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora