Llegamos a una especie de edificio bastante lujoso, la cosa es que donde nos dejaron no era para nada lujoso. Parecían las salas de aislamiento de las cárceles. Las paredes solo estaban revestidas con cemento, había un váter y una cama, nada más. Por suerte había unas rendijas que suponía que conectarían o con el cubículo de Dakota o con el de Cam.
Cuando escuché los pasos de los hombres que nos dejaron aquí alejarse fui hasta la rendija.
-¿Dakota? -necesitaba saber que estaba bien. Nos habían traído en diferentes coches, deseaba que no le hubieran hecho nada.
-¿Baco? -suspiré aliviado al ver que su voz no estaba rota.
-Si, niñita soy yo. ¿Estás bien? -me recosté contra la pared justo al lado de la rendija.
-Sí, ¿y tú? -sonreí dando gracias a que no le hubiera pasado nada.
-Sí, sí. Intenta ver si tu hermano está en el otro lado. -después de escuchar como se alejaba de este lado de la rendija mientras hablaba, volvió.
-Sí, está ahí. Él también está bien. -suspiré aliviado- ¿Qué debemos hacer ahora?
-No lo sé niñita. -me entristecía no tener una respuesta tranquilizadora para ella- Tendremos que esperar, mi padre vendrá a buscarnos. Antes dijo que siempre me ha estado vigilando y protegiendo así que hay que tener esperanza.
-No te molestes si no me fío de tu padre. Incluso dudo que sea tu padre Baco, no se parece a ti en nada. -en eso llevaba razón, sus ojos de color miel como los de mi hermano.
-Bueno puede ser, pero mi hermano y yo nos hicimos una prueba de sangre. Salió que mi padre era él, osea que mejor no darle más vueltas. -apoyé mi cabeza en la pared mirando al techo.
-Baco eso me parece muy extraño, ¿no crees? ¿Y si se equivocaron? -me quedé pensativo durante unos instantes. Ciertamente mi hermano se parecía más a mi padre que yo.
-Niñita no me des falsas esperanzas. Mejor centrémonos en el ahora, tenemos un serio problema y no sabemos qué harán con nosotros. -mi puerta se abrió.
-Levanta, el jefe quiere verte. -no rechisté a sus órdenes. Me venía bien aquel viaje así podría conocer un poco mejor el sitio donde estábamos.
Subimos por un ascensor hasta la segunda planta. Al salir me sorprendí al ver lo glamuroso del lugar. Todo estaba adornado con colores color oro y las puertas eran muy señoriales. Una alfombra roja cubría el suelo blanco a lo largo del pasillo. Estábamos en un hotel por lo menos de 4 estrellas. La pregunta que rondaba por mi cabeza era cómo los rusos se habían apropiado de un hotel con tanta facilidad. Entré a una de las habitaciones, el señor que antes estaba fumando me miró de arriba abajo con una tremenda sonrisa dibujada en su cara.
-Eres muy atractivo. -le dio un largo trago al vaso que sostenía hasta acabarse todo el alcohol que había dentro- Que pena que no vayas a cooperar.
-Deberías de comprender qué le debo lealtad a mi sede. No puedo traicionarla de buenas a primeras porque tú no me vas a proteger cuando te de lo que necesitas. -intenté soltarme del agarre de los hombres que me rodeaban pero no me dejaron.
-Me gustaría ayudarte, pero para qué vamos a engañarnos con palabrería. Ambos sabemos que no vas a hablar. Te he traído para ver si querías cambiar de idea pero ya vemos que no. No creo que nos molestemos en traer a tus amigos, ellos harán lo que tu digas. Pero bueno como cualquier buen criminal por lo menos debo intentar sonsacártelo a golpes. -siguió con una sonrisa que me hacía pensar que era esquizofrénico o que tenía algún trastorno mental- Chicos llevároslo, ya sabéis que tenéis que hacer.
Me sacaron a la rastra de la habitación, volvieron a meterme en el zulo del principio. Engancharon dos cuerdas en el techo y otras dos en el suelo, esto no tenía buena pinta. Mi jefe siempre me dijo que los rusos tenían bastante imaginación para la tortura. Respiré hondo para aguantar lo que me harían en menos de cinco minutos. Me engancharon de todas mis extremidades, dejaron mis brazos tirante sin darme la posibilidad de que los movieran. Por el contrario mis pies si tocaban el suelo y tenía algo de cuerda para moverme. Agarraron una fusta que se asemejaba a las del siglo XIX, no tenía un solo látigo sin varios. No me propiciaron los golpes con mucha fuerza pero si de una forma muy constante haciendo que mi espalda escociera más. Al principio me resistí a gritar, sabía que si lo hacía Dakota me escucharía y no quería preocuparla. Conforme pasó el tiempo leves gemidos salieron de mi boca. Apretaba mis dientes intentando soportar el dolor que me inflingían.
-¿Baco? -la voz de Dakota se escuchó a través de las rendijas. No debería de haber hablado, sabía que aquello complicaría las cosas. No quise contestarle para hacerle creer que no estaba ocurriendo nada conmigo. El problema fue su insistencia, siguió llamándome algo preocupada pero inconsciente de lo que estaba ocurriendo aquí dentro.
Notaba como la sangre brotaba en las heridas que se habían acabado formando en mi espalda. Me refugiaba en la voz de Dakota para evadirme del dolor pero cada vez era más difícil. Cuando veían que estaba cerca de desmayarme del dolor aflojaban sus latigazos ya que no servía de nada torturarme si no era consciente de ello. Lo que no sabían es que esta no era la primera vez que me torturaban y para mí esto apenas era una tortura a estas alturas de mi vida.
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•[SIEMPRE mientras ESTÉ]• (COMPLETA)
Roman d'amourBaco es un chico al que desde los 7 años no han querido adecuadamente, necesita cariño y algo de normalidad en su vida. En su vida no ha tenido elección nunca, acabó trabajando para una sede que esconde más secretos de los que cree. Dakota piensa q...