63. FINAL

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“Supongo que aún no sabes quién soy. No te asustes, me conoces muchísimo. Ambos hemos pasado aventuras juntos que estoy seguro que el resto de parejas normales no han vivido. Pero creo que esa etapa ya era hora de cerrarla y comenzar a vivir una vida normal. Espero que puedas perdonarme por todo lo que te dije aquella noche, niñita. [Mi corazón se detuvo durante un momento y el nudo que hacía rato que se había anudado se apretó con más violencia] Te voy a contar esto por carta porque sé que si lo hago en persona quizá no me dejes ni empezar. Espero que cuando ese trayecto en esa vieja camioneta termine puedas perdonarme. Antes de que nos fuéramos en el crucero mi padre me pidió que me alejara de ti y que además no me dejaría salirme de la sede. No quería darte ese tipo de vida, no lo merecías por eso decidí que tenía que dejar irte. Te conozco como a la palma de mi mano niñita, sabía que si te era sincero no te irías; por más que me doliera tenía que hacerte daño para que te alejaras de mí. Por eso dije todas aquellas palabras de las cuales no sentía ni una. No quería conocer a más mujeres, solo te quería a ti a mi lado. Siento haber tardado cuatro años en arreglar todo este embrollo pero supongo que lo bueno se hace esperar. En estos cuatro años he podido acceder a la policía, gracias a mi amigo John. Juntos hemos conseguido incriminar a la sede y a mi supuesto padre. Al final ese cabrón no era mi padre, ¿sabes? Cuando no te cuadraba aquel hombre era por algo niñita. Ahora he conseguido tener un trabajo estable y para el que valgo. Llevo muchos años siendo un criminal creo que podré reconocerlo cuando lo vea. Tú conseguiste hacerme libre pero a cambio te encerraste tú. Por eso mismo te dejé ir. Ahora he vuelto y para quedarme Dakota. Quiero estar a tu lado el resto de mi vida. No sé si te has preguntado el por qué estás en esta camioneta vieja y sucia, pero lo estás por una razón. Nuestro amor es bonito como las rosas que te he enviado a lo largo de esta semana, yo era un desastre como la camioneta vieja y sucia en la que estás montando. Lo que no sabes es que esa camioneta a ojos de un profesional cuesta mucho más que un coche nuevo y precioso. Y tú eres como el río que ya puedes ver seguramente a través de tu ventanilla, lleno de vigor embelleciendo cada una de las plantas que lo rodean. [Levanté la vista y lo miré] Ahora cuando John aparque finalmente quiero poder ver tu sonrisa de oreja a oreja, porque si tú me aceptas por fin podremos comenzar a vivir NUESTRA vida”

Mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas e ilusión. Había deseado con todo mi corazón recibir esta carta en algún momento, pero después de cuatro años me había dado por vencida. Llegaba justo el día de mi graduación dos horas antes de que mi vida adulta comenzara. Había hecho todo eso para estar a mi lado de una forma segura el resto de su vida y yo no podía más que agradecérselo. Porque mientras yo lo odiaba, él estaba jugándose la vida para conseguir un futuro mejor para ambos.

La camioneta paró y yo bajé de un salto. Levanté un poco mi vestido para que no se ensuciara en exceso ya que era blanco y fui hacia donde los pétalos de cualquier tipo de flor mi guiaban. Una vez que los pétalos cesaron levanté la vista del suelo.

Baco estaba parado a unos metros de distancia de mí. Llevaba una camisa azul marino con unos pantalones beige, estaba muy bien peinado y desde aquí podía oler su aroma. Nada más verme mostró una sonrisa insegura, nada seductora como las que siempre me mostraba tiempo atrás. Había sido sincero en todo lo que me había dicho y su expresión lo delataba, en sus manos tenía un ramo de muchos tipos de flores, pero a mí eso no me importaba. Caminé hacia él con brío y sonreí de oreja a oreja tal y como él me había pedido en la carta.

-Hola. -solté muy enérgica mientras sentía miles de mariposas en mi estómago.

-¿Y bien? -enarqué las cejas y mordí mis labios al verlo tan de cerca de nuevo.

-¿Y bien qué? -dije juguetona.

De pronto se arrodilló frente a mí y después de dejar las flores a un lado sacó de su bolsillo una cajita pequeña cuadrada. La abrió ante mis ojos, mi corazón comenzó a latir con más fuerza y pensaba que de un momento a otro podría salirse de mi pecho. Antes de que pudiera preguntarme cualquier cosa ya había saltado a sus brazos. Baco antes de que nos pudiéramos caer se levantó rodeando mi cuerpo con sus brazos.

-Sí, sí, sí, sí. -grité de alegría en su oído.

Baco me separó de entre sus brazos y enmarcó mi cara con sus manos.

-Déjame que primero te lo pregunte, no hay nadie que tenga más ganas de abrazarte y besarte que yo. Pero quiero que la próxima vez que te bese seas oficialmente mi prometida. -asentí alucinada por sus ojos grisáceos que ya apenas recordaba. Frente a mí volvió a mostrarme el anillo de dentro de la cajita y prosiguió- Dakota, te juro que cuando te conocí me pareciste insufrible, pero no sé qué has hecho porque te amo. Te amo más a nadie en este mundo y has sido una de las mejores cosas que me ha pasado a lo largo de mi vida. Muchas veces he pensado en qué habría pasado si mi hermano no hubiera cambiado los nombres de los botes pero estoy seguro que de ser así no te hubiera conocido. Merece pasar todo lo que he pasado para estar ahora mismo aquí, junto a ti haciéndote esta propuesta. Niñita, ¿quieres casarte conmigo?

Asentí con la cabeza ilusionada y sin dejar pasar ni un segundo más lo besé desesperadamente. Necesitaba sentir sus labios en los míos, después de cuatro años sus labios solo parecían haber mejorado. Me puso el anillo en el dedo sin separar nuestros labios y después tiró la cajita a no sé dónde. Agarró mi cintura pegándome a él más aún. Nuestras lenguas pasaron a formar parte de la batalla y nos perdimos haciendo realidad todos esos sueños que ambos sabíamos que teníamos desde hace cuatro años.

•[SIEMPRE mientras ESTÉ]• (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora