Capítulo 4

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Lauren guardaba sus cosas a toda velocidad, colocándolas en cajas de cartón que el personal de limpieza le habían proporcionado. A ella y a los demás empleados que se movían de áreas esa mañana. Pero ella no debería estar moviendo nada, esa era SU oficina, y ahora le pertenecería a la señorita Cabello.

-Toc toc -dijo Ally sonriente en la puerta. -¿Puedo pasar?

La chica solo alzó los hombros guardando su agenda en su bolso, casi aventándolo dentro.

-¿Qué pasa?, ¿no estás emocionada?

-Para nada.

-Es probable que te aumenten el salario, Lolo -sonrió la pequeña, tomando a siento frente al "antiguo" escritorio de Lauren.

-Yo ya tengo un buen salario -frunció sus gruesas cejas.

Ally solo podía ver como su amiga aventaba sus cosas dentro de cajas o en su bolso, molesta, o fastidiada. La chica se levantó, caminando hacia Lauren para tomarla de los hombros.

-¿Qué es lo que realmente te molesta? Y no me digas que es que no serás secretaria.

La ojiverde suspiró. No quería decirlo en voz al...

-No quiero trabajar cerca de esa mujer.

-¿Y cuál es la razón? -nop, la chica de ojos verdosos no respondería eso, y la rubia lo sabía muy bien. -Es una mujer muy bonita, parece de buen corazón.

-¿Buen corazón?, ¿es que a caso tiene uno?

-Yo lo que le veo son unos preciosos pechos.

Ambas amigas voltearon a puerta, donde Normani sonreía a más no poder, parecía que la sonrisa le llegaba a los ojos. A Lauren le fastidiaba un poco el hecho de que sus amigas estuvieran satisfechas con sus nuevos puestos de trabajo, y ella no podía disfrutar el suyo.

-Por favor, Lolo, es una muy buena oportunidad.

-Exacto -apoyó Ally. -Además, no es como si la nueva jefa fuera a comerte.

-Aunque pareciera que ya lo hace con la mirada -agregó la morena burlona.

-Deja de decir idioteces, Mani -la de ojos verdes no podía más con este día. -Tal vez ni le gusten las chicas -susurró.

Pero no lo suficientemente bajo para que sus amigas chismosas no escucharan.

-Con permiso -otra voz provino de la puerta, llamando la atención del trío dinámico. La señorita Cabello se encontraba parada frente a ellas con ese vestido azul ceñido a su cuerpo. -¿Esta lista la oficina?

Lauren asintió. -Sí, toda tuya.

La ojiverde tomó su bolso colgándolo al hombro, mientras tomaba una de las cajas de cartón con sus pertenencias. Las chicas no se quedaron atrás, cada una tomó una caja para ayudar a la malhumorada Jauregui.

Caminaron hacia la puerta, y justo al pasar junto a la señorita Cabello, esta detuvo a la chica pálida por un brazo, con la fuerza suficiente.

-Mucha suerte.

Sin más, la soltó, caminando al escritorio para empezar a organizar sus cosas.

Las tres amigas intercambiaron miradas confusas entre sí. Lauren negó con la cabeza, siguiendo su camino hasta la oficina de la nueva jefa. Siempre le gustó ese lugar, pues tenía un gran ventanal que daba vista a toda la ciudad, era grande, y blanca, con pinturas en las paredes y un bar propio, con una gran mesa de cristal casi al final.

Llegaron a la puerta de vidrio, con una cortina que impedía la vista hacia dentro. La de ojos verdosos suspiró, liberando una de sus manos para cerrarla en un puño y dirigirla hacia la puerta.

-Señorita Jauregui -la alta mujer apareció justo ahí, con su serio pero pícaro semblante, con una ceja casi alzada. -Puntual, eso me gusta.

-¿Perdón?

¡NO TE DEJES LLEVAR!

La chica debía permanecer normal, fingiendo que la cercanía de la señora Pavelka no la intimidaba... que no la... que... Y de un momento a otro olvidó lo que estaba pensando, solo podía ver los ojos chocolate de la castaña penetrando su alma.

______, al ver que Lauren parecía haber visto los ojos de medusa, levantó la comisura del labio, dirigiéndose a sus amigas detrás.

-Pueden dejar las cajas aquí, entraré luego.

Ambas chicas asintieron, colocando cuidadosamente las cajas en el suelo, para luego alejarse del lugar cuchicheando entre ellas.

-Señorita Jauregui, pase por favor -la mujer dio media vuelta, caminando dentro de la oficina de nuevo, con la ojiverde detrás. -Bien, este será tu nuevo lugar de trabajo.

La chica se quedó en una pieza, ¿quería que trabajara en la oficina junto a ella? ¿Cuerpo a cuerpo, frente a frente? Estaba loca.

Pero parecía que la castaña leyó sus pensamientos, porque se dirigió a la bodega que había dentro del lugar, que era donde Sam tenía una pequeña sala para si mismo (el hombre era algo extravagante). Y ahora, en lugar del sillón reclinable, la televisión y la mesa de billar que había antes, había una mesa de madera, con un gran estante detrás, dos sofás uno frente al otro con una pequeña mesa redonda el centro, y una puerta extra. Todo estaba impecable, y bien decorado.

-No sabía tus gustos, así que lo pedí todo con la impresión que me diste aquella noche -habló _______ recostada en el marco de la puerta, viendo como la más baja recorría su nueva oficina impresionada.

Le gustaba, le gustaba en serio.

-Esta completamente bien, gracias -susurró, más que para su jefa, para sí misma.

Se encaminó directo al escritorio, empezando a sacar sus pertenencias de su bolso y de la caja que llevaba en manos, pero alzó su verde mirada, enfocándola en la mujer que la miraba directamente, sin siquiera pestañear. La chica bajó la mirada de inmediato, debía deshacer ese momento incómodo.

-¿Qué es esa puerta? -señaló la puerta a la derecha de su escritorio.

La señora Pavelka caminó hacia la puerta a paso lento, parecía que lo hacía a propósito; caminaba lento para que Lauren pudiera contemplarla por más tiempo mientras avanzaba. Ella sabía sus atributos, y lo que era peor, sabía cómo usarlos.

Llegó a la puerta, abriéndola. La de ojos verdosos se acercó posándose frente a su nueva jefa, suspiró aliviada, no tendría que entrar a la oficina de su jefa para llegar a la suya propia, puesto que esa puerta daba con el pasillo hacia la las demás oficinas. Bueno, eso era algo bueno.

-Pensé que estarías más cómoda así -susurró la mujer tras el cuerpo de Lauren.

La chica podía sentir su respiración en el cuero cabelludo, casi podía jurar que escuchaba sus latidos. Estaba cerca, lo suficientemente cerca, pero sin llegar a tocar a la menor.

La señora Pavelka sonrió para si misma, pues ella sabía el efecto que podía llegar a ocasionar tanto en mujeres como hombres, pero prefería a las mujeres, mil veces más. Y sabía que en ese momento, la ojiverde estaba batallando para controlar su respiración.

Agachó la cabeza, llevando sus labios rosados mate hacia la oreja de la más baja. Para luego susurrar:

-Espero haber acertado, señorita Jauregui.

Obsession (Lauren Jauregui y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora