𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 6. Lavanda

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Lavanda; Constancia.

Lavanda; Constancia

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Allegra ya había predicho que a Félix no le gustaría nada la idea de que Bridgette renunciara, y cuando él entró en su sala de estar, escasamente una hora después de que Brid se despidiera de ella, supo que había acertado. Estaba hecho una furia.

—La señorita Dupain-Cheng se va— dijo sin rodeos —La has animado tú a hacerlo, ¿verdad?

Allegra levantó la vista de sus cartas y miró primero a su sirvienta, Rose Lavillant, que se había detenido en su tarea de coser uno de sus vestidos, y luego a Félix.

—Si vamos a pelearnos— contestó con calma —preferiría hacerlo en privado.

Félix se dirigió a la doncella:

—Déjanos— ordenó.

La chica dio la última puntada al vestido y lo colocó en el maniquí, les hizo una rápida reverencia a ambos y salió de la habitación.

Allegra observó a su hermano un momento. Vio que tenía el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Su aspecto era realmente intimidante, incluso para ella misma.

—Bridgette ha venido a verme— le explicó— y me ha dicho que había decidido renunciar a su puesto. Que tenía intenciones de encontrar a su abuelo, entrar en sociedad y, si todo iba bien, conocer a algún joven bien educado. Me ha pedido ayuda. ¿Qué podía hacer yo?

—Negarte. Me parece una respuesta obvia— le respondió Félix

—No podía hacer semejante cosa. Es la nieta de un Barón.

—Quizá. Pero eso nosotros no lo sabemos.

Allegra descartó el comentario.

—Pues la hija de un caballero entonces— añadió sonriente —A mí me gusta, nos hemos hecho amigas, y creo que se merece tener la oportunidad de encontrar a su familia. No es una vulgar sirvienta criada en un orfanato. Es una joven dama y se merece ocupar el lugar que le corresponde en sociedad.

—¿Y esta aventura tuya no puede esperar hasta la primavera? ¿O mejor aún, cinco años?

—¡No tienes compasión, Félix!— le reprendió Allegra —Cinco años eliminarían cualquier opción que tuviera en el mercado matrimonial. Además, ella desea irse, y tú no puedes culparla por querer conocer a su abuelo. Yo le dije que si estaba convencida de seguir ese camino, la ayudaría, pero que primero tenía que hablar contigo.

Él la miró sarcástico.

—Tú la animaste a renunciar.

—No me negué a ayudarla, si eso es lo que quieres decir. Bridgette tiene todo el derecho a reclamar sus privilegios de nacimiento.

Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora