𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 25. Rosa roja

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Rosa roja; Amor intenso.

Rosa roja; Amor intenso

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Tal como le había prometido a lady Fitzhugh, Félix aceptó su invitación a la partida de cartas, aunque sabía de antemano que eso serviría para alimentar aún más los rumores.

Quería ver a Bridgette. Deseaba que el hecho de comportarse correctamente, no estuviera en contradicción con poderla ver en secreto, pero verla entre un grupo de personas era mejor que no verla en absoluto. Aun así, al llegar a la casa en Russell Square, obtuvo lo que había deseado ansiosamente: una oportunidad para estar con ella a solas.

La usual emoción que se producía con la llegada de un duque, siguió con las debidas presentaciones con el resto de invitados y acabó con un incómodo silencio. Lady Fitzhugh carraspeó y dirigiéndose a su marido, sugirió:

—¿Quizá deberíamos empezar?

—Sí, sí, gran idea, Elinor— dijo sir Edward al instante— Que empiece el juego. Aunque me temo que dos de nosotros tendremos que conformarnos con jugar al piquet, en vez de al whist. El señor Jennings ha pillado un resfriado y su mujer nos ha avisado hasta última hora de que no podrían asistir, así que nos faltan dos personas para el whist.

Bridgette se dirigió a Félix y, mientras señalaba un pasillo que llevaba a otra habitación de al lado, sugirió:

—¿Quizá su señoría preferiría jugar al ajedrez en vez de a las cartas?

El silencio que siguió más que incómodo, fue molesto. Por algún motivo, Bridgette quería una entrevista privada con él y aunque dudaba que los motivos de ella fueran los mismos que los suyos, Félix aprovechó rápidamente la oportunidad.

—Me encanta el ajedrez, señorita Dupain— dijo él —Sería un honor para mí.

—Excelente— respondió Bridgette, y se dirigió a la habitación que le había señalado antes, donde se había apartado el tablero de ajedrez para dejar sitio a la partida de cartas.


Él saludó a los otros invitados y la siguió. Cuando ella se sentó, él tomó la silla opuesta a la suya.

—Señoría— dijo sin rodeos —tiene usted que parar— Y se interrumpió al verle la sonrisa en la cara —¡Por Dios! ¿Por qué me miras de esa manera?

—Porque mañana todo el mundo en Londres sabrá que estamos comprometidos— Señaló el tablero y continuó —Las mujeres empiezan.

—¿De qué hablas? ¡No estamos prometidos!— Ella frunció el ceño mientras adelantaba un peón dos casillas totalmente abstraída —Y no me importa en lo más mínimo lo que piense la gente.

Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora