Begonia; Amabilidad.
Ya era de noche cuando finalmente llegó a casa. Ordenó la cena y pidió a Plagg que le preparara un baño caliente; luego preguntó por la señorita Dupain-Cheng y averiguó que estaba en la biblioteca.
Estaba acurrucada en uno de los dos sofás de cuero que había junto a la ventana. Estaba leyendo, con los pies escondidos bajo su falda y los zapatos en el suelo. La iluminaba la suave luz de la vela encendida en la mesita de la esquina.
Félix caminó hacia ella. Sus botas no hicieron ningún ruido al pisar la mullida alfombra. Nunca la había visto tan tarde y se sorprendió al ver que no llevaba el pelo recogido en aquel odioso moño. En lugar de eso, se había hecho una gruesa trenza que, resplandeciente, descansaba sobre su hombro.
Estaba tan concentrada en su lectura que ni siquiera levantó la vista cuando se le acercó, hecho que a él le irritó de sobremanera. Era imposible que no se diera cuenta de que estaba parado frente a ella.
Félix esperó unos segundos a que detectara su presencia, pero no lo hizo, así que se cansó. Nunca había sido un hombre paciente, de modo que carraspeó.
—Me gustaría hablar con usted un momento— Al ver que ella no respondía, añadió —Por favor.
Ella seguía leyendo.
—Nuestro acuerdo no contemplaba que trabajara de noche. Dado que ahora es de noche, mis obligaciones han finalizado. ¿Podríamos dejarlo para mañana por la mañana?
Félix se preguntó si estaba soñando. El mismo día anterior ella hubiera cumplido su orden sin cuestionar nada, como cualquier otro miembro del servicio. Pero ahora la señorita Dupain ya no era la señorita Dupain. En tan sólo una noche se había convertido en una criatura descarada, capaz de renunciar a su trabajo sin inmutarse, de criticarlo e incluso capaz de decirle que su horario ya había finalizado. ¡Cuando aún quedaba tanto por hacer!
«No soy su esclava»
Murmuró por lo bajo un par de palabrotas.
Al oírlo la señorita Dupain levantó la vista.
—¿Ha dicho usted algo?
Él se dio cuenta entonces de que estaba allí de pie, como un idiota, cuando lo que de verdad quería era hablar con ella. El problema era que ella no colaboraba. Había decidido que el mejor modo de convencerla para que se quedara era hacer que su vida allí fuera tan maravillosa que no quisiera irse. Y por ahora no tenía éxito.
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Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪó
Diversos-𝑳𝒂 𝒇𝒓𝒂𝒈𝒂𝒏𝒄𝒊𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒇𝒍𝒐𝒓𝒆𝒔, 𝒔𝒆 𝒕𝒓𝒂𝒅𝒖𝒄𝒆 𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂𝒔. Oculta tras unas enormes gafas, Bridgette Dupain-Cheng es la restauradora de antiguedades mejor preparada para ll...