𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 19. Flor de lis

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Flor de Lis; Pasión ardiente.

Flor de Lis; Pasión ardiente

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Cuando Félix se fue, Bridgette se juró que no contaría los días desde su partida, y lo cumplió. No corría a mirar por la ventana de la antika cada vez que oía que se acercaba un carruaje. No le preguntó al señor Bennington si sabía cuándo iba a volver. No volvió a acercarse al área norte ni a pasear por el invernadero.

Pero nada de eso pudo evitar que lo echara de menos, que echara de menos sus peleas verbales, sus bailes a medianoche, sus negociaciones y sus besos. Ella se repetía constantemente que eso no le hacía ningún bien, ya que tanto si él volvía como si no, ella iba a marcharse, intentaba recordar una y otra vez todas las palabras desagradables que él había dicho sobre ella con la esperanza de que eso la curara de la nostalgia, pero tampoco funcionó. Ese recuerdo había dejado de dolerle.

Decidida a no echarle de menos, Bridgette se centró en su trabajo. El almacén de la antika aún estaba lleno de piezas por restaurar; luego, pasaba dos tardes a la semana con la familia Fitzhugh, y ocupaba el resto del tiempo leyendo todo lo que encontraba sobre política inglesa, moda o clases sociales. Incluso llegó a leer un libro que encontró en la librería del pueblo sobre cómo prepararse para ser una buena educadora. Lo único que Bridgette evitaba con todas sus fuerzas eran las revistas de la sociedad. No quería leer las suposiciones que en ellas habría sobre Félix y su futura prometida.

Siguiendo las instrucciones de Félix, el encargado de los establos le enseñó a montar a caballo. Dada su experiencia con los camellos, sólo fueron necesarios un par de días para que se sintiera cómoda en la silla de montar, aunque seguía pensando que era un invento totalmente ridículo.

Cuando llegaron las vacaciones el señor y la señora Bennington se fueron a pasar las navidades a casa de su sobrino, en Wiltshire, y lady Fitzhugh invitó a Bridgette a Long Meadows. Ella aceptó encantada y escribió a Allegra para informarle, de que se quedaría unos días más en Hampshire, Brid nunca había celebrado la Navidad en Inglaterra y tenía muchas ganas de comparar esas fiestas con los Fitzhugh. En aquellos últimos meses le había tomado mucho cariño a esa familia y ellos la trataban como si fuera un miembro más.

En su primera cena de Navidad inglesa, Bridgette comió los platos más exóticos que había visto en su vida, aunque para sus anfitriones eran de lo más corrientes. El cochinillo asado no acabó de gustarle, pero sí que le encantó el pudín de ciruelas.

Los Bennington regresaron a Tremore Hall para despedirse de ella y le desearon lo mejor en su nueva aventura. El día cinco de enero, el señor Cox le pagó la indemnización de quinientas libras. Ya no había nada que la detuviera en Hampshire. Había llegado el momento de marcharse.

Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora