𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 9. Membrillo

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Membrillo; Tentación.

Membrillo; Tentación

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El despido y desalojo de campesinos era siempre un asunto delicado. Muchos nobles dejaban esa tarea en manos de sus secretarios, pero para Félix eso era de cobardes y por muy desagradable que fuera el asunto, prefería hacerse cargo personalmente.

—El hombre está enfermo— Miró a su secretario, que estaba frente a él al otro lado del escritorio —Me niego a creer que no haya otra opción.

El señor Cox sólo llevaba seis meses trabajando para Félix y aún no conocía todas las extravagancias de su patrón, pero sí sabía que el duque valoraba la sinceridad por encima de todo, así que respondió sin rodeos:

—Señor, usted ya le ha permitido estar un año sin pagar las rentas. Hace un año que no trabaja y como está en cama, tampoco podrá cosechar nada esta temporada. Si permite que él y su familia se queden, los demás trabajadores querrán la misma oportunidad.

—Señor Cox— le interrumpió impaciente Félix —estando tan enfermo tampoco podrá alimentar a su media docena de hijos. No voy a echarle de su casa habiendo otras opciones.

Cox, como buen secretario, lo miró resignado.

—¿Qué desea que haga?

—Su mujer tiene salud. Dígale a la señora Pendergast que encuentre un trabajo para ella y para su hija mayor en la lavandería. Trabajarán allí mientras él esté enfermo. Encárguese también de buscar a algún vecino que se haga cargo de sus otros hijos pequeños. Con eso bastará para pagar las rentas.

—Señor, el sueldo de una lavandera no cubre...

—Ésas son mis órdenes, señor Cox. Llévelas a cabo. Si dentro de quince días él sigue enfermo, quiero que sus vecinos recojan su cosecha para que no se estropee. Como paga les daré licor, seguro que así estarán más dispuestos a colaborar.

—Muy bien, señor.

Luego Cox se levantó y se fue. Félix se relajó, esperaba no volver a tener que hablar de despidos hasta el año siguiente. Miró por la ventana y vio que estaba lloviendo. Una lluvia como ésa causaba estragos en las excavaciones. Entonces se acordó de cuando la señorita Dupain lanzó la espátula maldiciendo el barro inglés y le entraron ganas de reír. No era nada propio de ella, pero tal como ella le había dicho, no era la mujer tímida que él había imaginado. En realidad, estaba resultando ser bastante más impredecible que eso.

Caminó hacia la ventana para observar el exterior, y lo que vio le confirmó lo que estaba pensando. Allí de pie bajo la lluvia, sin sombrero y sin impermeable estaba la señorita Dupain, con la cabeza hacia atrás con toda la lluvia cayéndole encima.

Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora