𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 26. Camelia

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Camelia; Te querré siempre.

Camelia; Te querré siempre

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—Y así fue como llegamos a Marruecos— resumió ella.

Estaba allí desnuda, tumbada a su lado contándole sus viajes como si fuera una guía turística. Ella suponía que aquello no era lo más romántico que podía hacerse después de hacer el amor, pero era bonito estar allí con él y ver la expresión de su cara escuchándola con tanto interés.

—Envidio tus viajes, Bridgette— dijo él, pasado un rato —pero no logro entender a tu padre. ¿En qué estaba pensando? Arrastrándote por África, trabajando hasta quedarte en la vejez... Eso no debería ser una vida para nadie, pero especialmente para una mujer. No puedo evitar recriminar a tu padre que no fuera más precavido.

—No, no, tú no lo entiendes. Él no fue tan descuidado como piensas, Félix. Yo insistí en quedarme con él— Giró la cabeza y se apoyó en la almohada mirándolo —Papá quería que yo tuviera una vida mejor. Quería que viniera a Inglaterra, que la familia de mi madre me reconociera, pero sus cartas, igual que la mía, fueron ignoradas. El Barón había desheredado a mi madre, la había echado incluso de su corazón, y no iba a cambiar de opinión. Papá sugirió entonces que fuera a la escuela, pero yo me negué a abandonarlo. Él estaba tan solo cuando mi madre murió, me necesitaba tanto... No iba a dejarle, no podía. Así que me quedé con él y me convertí en su ayudante. Lo quería y le ayudaba. Su trabajo y yo éramos su razón de vivir y los dos fuimos felices juntos.

—Tu padre era más fuerte que el mío— dijo él girando la cabeza para mirar al lecho —A lo mejor porque te tenía a ti.

Ella se incorporó, apoyó un codo en la cama, con la mejilla descansando en la mano, y lo miró.

—Tu padre te tenía a ti, Félix, y a Allegra.

—Yo había mandado a Allegra a Cornualles, a casa de unos parientes— Volteó la cabeza para mirarla —Y yo no fui suficiente para aliviar su dolor.

—Lo dudo— Bridgette le acarició la mejilla y deseó que él confiara en ella y le contara la verdad —¿Qué le pasó a tu padre?

Félix se sentó, sacó las piernas por un lado de la cama y se levantó.

—Amanecerá dentro de poco. Debería llevarte de vuelta.

Bridgette lo observaba y le dolió el corazón.

—¿Por qué no quieres contármelo? A mí no me importa si se volvió loco, si ésa es la razón por la que mantienes el silencio, yo...

—Deberías vestirte— la interrumpió él, y se agachó para coger su camisa —Si los sirvientes de la casa en Russell Square se levantan y ven que no estás, todo el mundo sabrá dónde has pasado la noche. O creerán que nos hemos fugado.

Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora