𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 1. Jarro vacío

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-Unjarrón sin flores, es lo mismo que una persona sin corazón.

-Unjarrón sin flores, es lo mismo que una persona sin corazón

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Hampshire, 1830


Nadieque se fijara en Bridgette Dupain-Cheng se imaginaría que ella pudiese tenerningún placer prohibido, secreto. Su aspecto era corriente, exceptuando susvivaces ojos azul índigo, pero las gafas que usaba no ayudaban mucho paraapreciarlos, tenía el pelo de un tono azul obscuro y siempre lo llevabarecogido en la nuca. Todos sus vestidos eran de diferentes tonos de beige,marrón o gris. Su altura era normal, y su figura quedaba escondida debajo delos anchos y cómodos delantales que llevaba para trabajar. Tenía una voz suavey agradable de escuchar, sin notas estridentes que llamaran la atención. 

Nadie que la juzgara sólo por su apariencia podría imaginar que la señorita Bridgette Dupain-Cheng tenía la escandalosa costumbre de mirar el pecho desnudo de su patrón siempre que se presentaba la oportunidad, aunque la mayoría de las mujeres estarían de acuerdo en que Félix Agreste, duque de Tremore, tenía un torso que valía la pena observar.

Bridgette apoyó los codos muy cerca de la ventana y levantó el pequeño telescopio de latón. Utilizar ese aparato con las gafas era difícil, así que se las quitó y las dejó en la repisa. Volvió a acercarse el aparato y, desde la distancia, escudriñó toda la excavación, buscando a Félix entre los trabajadores.

Siempre que pensaba en él lo hacía usando su nombre. Cuando le hablaba, lo llamaba «señor», como todo el mundo, pero en su cabeza y en su corazón, él siempre era Félix.

Éste estaba hablando con el señor Bennington, el arquitecto de la excavación, y con sir Edward Fitzhugh, el vecino más cercano de Félix y un amateur en el negocio de las antigüedades como él. Los tres hombres estaban en medio de unos campos de la excavación, rodeados de muros, columnas rotas y restos de lo que había sido una villa romana. En ese momento, discutían sobre el mosaico que se hallaba bajo sus pies y que habían descubierto los trabajadores esa misma mañana.

Cuando Bridgette localizó la fuerte figura de Félix, sintió un familiar vuelco en el corazón, una mezcla adictiva de placer e incomodidad. Era una combinación que, cuando estaba en su presencia, le trababa la lengua y le hacía querer fundirse con su entorno, pasar desapercibida; en cambio, cuando lo contemplaba como ahora, deseaba convertirse en el centro de toda su atención. El amor, pensaba, debería ser una cosa agradable, cálida, dulce, no algo que dañase el corazón con su intensidad.

Bridgette sentía esa intensidad ahora, mientras lo observaba. Cuando estaba en el Tremore Hall, él pasaba siempre dos o tres horas al día trabajando junto al señor Bennington y el resto de los hombres en la excavación. Algunas veces, si ella no estaba en las ruinas y la tarde de agosto era excepcionalmente cálida, Félix se quitaba la camisa. El día era muy caluroso.

Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora