𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 11. Salvia

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Salvia; Pienso en ti.

Salvia; Pienso en ti

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Félix siempre había sido un hombre disciplinado. Tanto si estaba expresando sus opiniones en la Cámara de los altos Nobles como si estaba resolviendo asuntos domésticos con su ama de llaves, nunca se distraía, nunca permitía que nada se interpusiera en su trabajo, y mucho menos una mujer.

Pero desde la cena con la señorita Dupain había tenido serios problemas de concentración. Llevaba días evitándola, y aun así no podía apartar de su mente la imagen de Bridgette empapada por la lluvia. El deseo de estar con ella lo inundaba en los momentos más inapropiados.

Lo que más le preocupaba era que llevaba más de cinco meses viviendo con una mujer que tenía el cuerpo de una diosa y él no se había dado cuenta.

Félix miraba sin prestar atención cómo una docena de hombres trasladaban un trozo del suelo reparado al hipocausto. El señor Bennington no paraba de gritarles órdenes, pero él no entendía ni una palabra. Estaba totalmente ausente.

Había sido necesario verla bajo la lluvia para apreciar lo bella que era. Ahora la evidencia de esa belleza lo tenía abrumado. La noche que cenaron juntos, a pesar de que ella llevaba un básico y pálido vestido gris, no pudo dejar de mirarla y desearla ni un instante. ¿Cómo se le había pasado por alto esa belleza durante cinco meses? Él siempre había sido un experto en reconocer esas cosas.

Quizá era porque ella trabajaba para él, y él nunca se había permitido fijarse en las mujeres que estaban a su servicio; especialmente en aquellas que se esforzaban en pasar desapercibidas.

O quizá había estado trabajando demasiado, dejándose llevar por la presión de abrir el museo a tiempo y sus obligaciones con el Club de Antigüedades. No había disfrutado de los placeres de un cuerpo de mujer desde la última temporada en Londres.

Félix se removió nervioso y se preguntó si las piernas de Bridgette serían tan largas como le habían parecido bajo el vestido mojado. Desde que la había visto bajo la lluvia, soñaba con esas increíbles piernas.

—¿Señoría?

—Humm— Félix reaccionó abruptamente y se encontró con el señor Bennington observándole.

—¿Se encuentra bien?— preguntó el anciano, preocupado —Si me permite ser directo, últimamente parece cansado, señoría.

—Estoy bien, señor Bennington— contestó él pasándose la mano por el pelo —Continúe con su trabajo.

Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora