𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 15. Azalea blanca

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Azalea blanca; Romance.

Azalea blanca; Romance

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Bridgette no sabía qué esperar de sus clases de baile, pero suponía que todo consistiría en aprender algunos pasos. Pero estaba totalmente equivocada.

—¿Que quiere que haga qué?— preguntó, mirando sorprendida a Félix.

—Que camine— Y diciéndolo, la tomó del brazo y la llevó fuera de la habitación, hasta el principio del largo pasillo.

—Qué tonta soy— murmuró ella —pensaba que iba a enseñarme a bailar.

—Lo haré, pero primero quiero ver cómo camina.

Ésa era la última cosa que Bridgette deseaba hacer, pero cuando vio que él se ponía las manos tras la espalda y comenzaba a caminar, no tuvo más remedio que seguirlo.

—Para bailar bien, señorita Dupain— añadió —tiene que andar bien. Bailar no es más que caminar con música.

Sólo habían dado unos pasos cuando Félix se detuvo.

—¿Por qué se detiene?— preguntó Brid.

Él no contestó, sino que se volteó hacia ella y la rodeó con sus manos. Le colocó una encima del abdomen y la otra al final de la espalda. Al notar el contacto a ella se le cortó la respiración. Él no debió de darse cuenta, porque apretó más las manos contra su cuerpo y con un tono muy experto, dijo:

—Recuerde mantener la espalda recta. Esta noche no es una restauradora intentando reparar una vieja vasija de bronce, sino una joven dama disfrutando de un agradable paseo.

Entonces él la soltó, pero la piel de ella se mantenía caliente allí donde la había tocado, y Bridgette se sentía capaz de todo menos de imaginarse que era una joven dama paseando. Intentó caminar como él le decía, pero el corazón le retumbaba en el pecho como si hubiera estado corriendo durante horas.

No estaba acostumbrada a que la tocaran, eso era todo, se dijo. En los últimos días él ya la había tocado varias veces y a ella siempre le sorprendía lo mucho que eso le gustaba. Se derretía sólo de pensar en lo que había sentido cuando él le acarició la mejilla, o ahora, cuando había colocado sus manos sobre su cuerpo. Ella no quería sentirse así, no quería que él la hiciera sentir así.

Recorrieron el pasillo innumerables veces sin dirigirse apenas la palabra, sólo para las correcciones que él le hacía. Barbilla arriba, hombros atrás, sin correr.

Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora