𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 17. Orquídea

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Orquídea: Lujuria.

Orquídea: Lujuria

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Besos a cambio de tiempo. Félix estaba convencido de que era la propuesta más extraña que le había hecho a una mujer, pero Bridgette no parecía impresionada.

—Muy propio de usted pensar algo así— dijo ella mientras se alejaba de él riéndose —Así usted siempre sale ganando.

Eso era verdad, y no pudo evitar reírse con ella, pero en las tres semanas siguientes dejó de hacerle gracia. No podía dejar de pensar en aquel beso en todo el día. La exquisitez con la que su pierna se había amoldado a la suya, sus brazos rodeándole el cuello. El aroma a gardenia inundándole los sentidos, el dulce tacto de su boca y el calor que irradiaba su cuerpo. Pero lo que más recordaba era su cara cuando se separaron. La sorpresa, el placer genuino que había en su sonrisa y que no había sido capaz de ocultarle.

Él tenía razón. Ella era muy apasionada, pero mantenía ese sentimiento prisionero bajo su calmada superficie. Él había logrado liberarlo por unos segundos y se moría de ganas por hacerlo de nuevo.

Por las tardes, revisaban las piezas y escogían cuáles se enviarían al museo y cuáles no. Cada noche la tomaba entre sus brazos y bailaba con ella. Le preguntó todo lo que quería saber sobre los lugares en los que había vivido, sobre las pirámides, el Coliseo, los mercados de Tánger y Marruecos. Discutía con ella, le tomaba el pelo, coqueteaba con ella, pero nunca, en esas tres semanas, ni una sola vez intentó besarla de nuevo.

Besarla sería sólo el inicio de todo lo que había imaginado hacer con ella, y eso comprometería el honor de él y la inocencia de Bridgette. Tenía que recordarse una y otra vez que él era un caballero, algo que nunca le había costado tanto tener presente. Hacía diecisiete años que cumplía con las obligaciones de su cargo, llevaba toda una vida obedeciendo las normas de la sociedad y cumpliendo con una estricta disciplina, todo eso ahora podía ayudarle. No importaba el rango que tuviera, ni su título, un auténtico caballero no se aprovecha de una dama inocente, especialmente si ella trabaja para él. Besar de nuevo a Bridgette no sería correcto, y Félix sabía que tenía que controlarse. Pero ¡tenía tantas ganas, Dios, tantas!

Las implicaciones de lo que le había sugerido a ella no dejaban de perseguirlo. Cada día se le ocurrían infinitas maneras de darle placer a cambio de que se quedara más tiempo. Maneras que lo obsesionaban de día y de noche e invadían sus sueños.

Ella aprendió a bailar el vals bastante bien, así que empezó a enseñarle los pasos básicos de otros bailes populares. No fue fácil, ya que la mayoría de esos bailes requerían de cuatro personas como mínimo. Tratar de explicarle qué era un moulinet o un interchassé sin otras parejas es casi imposible, pero él lo intentó de todos modos. Tomarse de las manos era la mayor intimidad que tenían esos bailes, así que para Félix eran mucho más seguros que bailar el vals.

Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora