Capítulo 50

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Narra Eva

Miré a Mateo y vi que puso cara de orto. No quería joderle, pero Manu solamente nos había invitado a su cumpleaños y no veía nada de malo en eso.

- Sí, vamos. - le dije sonriente.

Manu me sonrió y Mateo lo miró con cara de querer romperle el ojete.

- Entonces los espero mañana a las ocho en mi casa. Mateo sabe donde es. - dijo mirándolo y Mateo le sonrió, pero más bien le salió una mueca.

Entonces llegaron los pibes, algunos contentos por haber ganado y otros no tanto.

Nos despedimos de ellos y nos fuimos al coche de Pedro para ir de vuelta a casa.

- ¿Qué te pasa hijo? Cambia esa cara, que has hecho una batalla impresionante.

- Eso boludo. - le dije mirándolo seria.

- No quiero ir al cumpleaños de Manu.

- ¿Por qué? Si son amigos.

- Porque van a estar todos los pajeros presentes mirándote el orto.

- Bajá un cambio, Mateo. - le dijo Pedro.

Yo no le dije nada, no pensaba discutir más con él.

Pedro tuvo la idea de ir a pedir comida en el Burger King y de repente me entró alta lija.

Como soy la menos conocida fui a pedirla yo. Estaba esperando mi turno y vi a Gala sentada con ¿Dam?

No tenía ni puta idea de lo que estaban haciendo juntos. Dam siempre me pareció un buen pibe, no sé que hace con esa...

Los ignoré, pedí la comida y fui directo al coche.

Comimos en silencio, Mateo me estaba ignorando y tenía ganas de pegarle sinceramente.

Llegamos a casa y fui directo a la ducha, necesitaba un buen baño porque había sudado de tanto saltar y festejar las rimas.

Entré en la bañera y puse música como siempre solía hacerlo. El agua caliente recorría mi cuerpo, ésta tiene que ser la sensación más placentera del mundo.

Cerré mis ojos y disfruté del momento. Sentí unas manos en mi cintura y me asusté un poco, aunque luego me di cuenta de que era Mateo.

Me abrazó por atrás y me dio unos besitos en el cuello, mordiéndolo suavemente.

Seguía molesta con él, así que no le di bola. Me dio la vuelta y me miró a los ojos.

- Lo siento, soy un pelotudo. Solo cagadas me he mandado hoy. - me dijo y asentí.

- No tenés porque estar celoso. Los demás giles no me importan. - le dije y me sonrió satisfecho.

- ¿Qué puedo hacer para que me perdones? - me dijo como un niño pequeño.

- Podrías comerme la concha un rato. - le dije divertida.

- Vine buscando cobre y encontré oro. - me dijo y nos reímos a la vez.

(...)

Hoy era el cumpleaños de Manu. Le compramos un reloj, me di cuenta de que llevaba uno la otra vez que nos vimos.

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𝐄𝐯𝐚; 𝐓𝐫𝐮𝐞𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora