Impotencia
Dios había sido muy bueno conmigo y debía ser más fácil para mí acercarme a él y orar. Pero cada noche y cada mañana me encontraba con la cara de la tristeza sin saber que decir.
Me había equivocado casándome con un hombre por su linda apariencia y sus bellas palabras. Nunca lo llegue a conocer realmente..
Y mi pequeño bebé tenía una enfermedad congénita. Células falciformes. Heredado por alguno de los dos y talvez eso me condenaba a nunca tener una vida con alguien más..
Si yo era la causante de los dolores de mi hijo y de que se inflamara su cuerpecito... Me sentía tan miserable al oirlo llorar.. impotente e incapaz de ayudarlo..
No existe para mí un flagelo mayor que la culpa y una compañía peor que la soledad..
A veces me sentía tan desesperada que quería abrir la puerta y corrrer y correr sin detenerme..
Cuando lo llevé al hospital y escuché lo que los doctores hablaban, sentí que ya no podía más. Las palabras de esos médicos solo hablaban de la gravedad de la condición del pequeño Lucas.. Salí de la habitación y caminé por los pasillos del hospital mientras le hacían una transfucion de sangre. Pensando que él se moría poco a poco. Pero sentía como si la que se estuviera muriendo fuera yo.
Sin amigos, sin familia que me apoyara y con las palabras y las miradas de odio del mismo hombre que dijo amarme hasta la muerte.
Me senté en una banca esperando no se ni qué.. ¡Solo me senté!. Supongo que debía parecer un zombie.
De pronto como si un grito de desesperación quisiera salir de mi garganta, me levanté para irme tan lejos de ahí como pudiera y una mano me detuvo y puso en mi mano una Biblia..
Me sente como en shock y la anciana la abrió y sin decirme nada, leyó: Pero yo estoy a punto de caer, Y mi dolor está delante de mí continuamente... No me desampares, oh Jehová; Dios mío, no te alejes de mí. Apresurate a ayudarme, Oh Señor, mi salvación. Salmo 38: 17, 21-22
Esas palabras escritas en la Biblia eran como si salieran de mis adentros como una oración desesperada de mi corazón. Y la mirada tan dulce y compasiva de aquella anciana le brindaba alivio a mi alma y esa palabra y su mirada sirvieron de fuerza a mi mente cansada y perdida en ideas dolorosas.
¡No estás sola niña!.. Solo cansada por el dolor. Por suerte para nosotros los débiles mortales existe un Dios ¡bueno y fuerte! para sostenermos cuando sentimos no poder más. ¡Ten! te regalo mi medicina prodigiosa. Ella me ayuda cuando las aguas del negativismo me superan.
Pero es suya, y usted..
Niña ¡tengo en mi casa quince más iguales a esta.! Siempre traigo una cada vez que vengo a que me vea el doctor, por si alguien necesita una..
¡Gracias!.. Muchas gracias.. No olvidaré lo que a hecho por mí.. Mis lágrimas le agradecían a la mujer tanta bondad con una desconocida.
Somos de la misma familia. ¿Como no apoyarnos?..
Jajaja.. Esas palabras de la anciana me hicieron tanta gracia y me provocaron dicha a la vez. ¡Era verdad!. Yo tenía una familia. Susi, la niñera, se portaba conmigo como una hermana y yo la llamaba tan a menudo que aveces tenía miedo de cansarla. Y ahora esa dulce anciana se portaba conmigo como una tierna abuelita. Dios cuidaba de mí y me rodeaba de personas tan buenas que en los momentos donde mis fuerzas desmayaban él salía a mi encuentro con su amor y con su palabra a travez de ellas.
Despues de que la dulce anciana se fue, dejándome la Biblia abierta en el salmo 38 en mi regazo. Sentí paz. Y me levante con una sonrisa para ver a mi hijo y estar a su lado mientras los médicos me miraban como a una pobre mujer que luchaba sola. Yo me sentía segura de mi compañía. "Dios estaba conmigo"
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El naufragio de Dios
RomanceRebeca era una joven hermosa y soñadora que deseaba conocer el amor y enamorarse. Conoció a un muchacho que parecia llenar todas sus expectativas. Y parecía el hombre ideal. Hasta que una vez casados el maravilloso hombre la dejó ver su verdadera...