Capítulo 20

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Inquietud

Despues de hablar con la pastora y que eso me ayudara a salir de mi error. Debía agradecerle a Julian que me arrastrara de mi casa a la razón.

Me equivoque al pensar que podría salir sola. Mis emociones me hundían cada vez más en el error. Me sentía cada vez mas enrredada en mis propios pensamientos. No oraba y me ahogaban los temores.

Las mentiras del diablo se volvían mis verdades y su plan estuvo a punto de dar resultado sino fuera porque Julian fue enviado por Dios a mi casa para sacarme de mi necedad.

Antes de despedirme de él esa noche le agradecí tanto su paciencia y su amor. Pude ver cuanto Dios me ama, que me detuvo en mi huida de él..

Me acordé de la cita bíblica que dice: "Mis huidas tú has contado" Salmo 56:8 .. Cuantas veces yo había huido de su presencia cuando me sentía amenazada por algo..

Por el conpromiso, por el cambio, por su reprension. ¡Habian sido tantas!. Que no podía creer que Dios me amara tanto.

Muchas veces cuando me ahogaban mis emociones y los temores o las frustraciones golpeaban a mi puerta, yo quise huir de todo y de Dios. ¡Que tonta y que necia! Como si pudiera esconderme de Dios..¡Él está en todas partes!

Debia agradecer y ¡mucho! haber puesto en el corazón de Julian rescatarme de mi escondite y ponerme bajo la luz de Dios..

Y agradecerle a la pastora no haberle dicho todo tal cuál era a Julian. Creo que me hubiera sentido muy avergonzada y le habría causado dolor y desconfianza si la pastora le hubiera contado que yo pensaba dejarlo.

¡Dios a sido tan bueno conmigo!..

Los besos de Julian me supieron más dulces esa noche. Al entrar a mi casa ya no había miedo en mí, sino esperanza. Ya no estaba deprimida o enojada, en mí había paz..

Ore y dormí como un bebé...Y al igual que un bebé olvidé poner la alarma y desperté treinta minutos tarde. Corrí para estar lista y no llegar vergonzosamente tarde a mi trabajo.

Pero antes de salir de mi casa choque con una mesita en mi sala y caí de rodillas del dolor. Y como si eso fuera una señal, el Espíritu me recordó que no había orado ni un minuto desde que me desperté esa mañana.

Sabía que no tenía mucho tiempo, pero eso no importaba si mi día no estaba en las manos de Dios.. Ore y agradecí de nuevo su misericordia y puse mi día en sus manos. Mi vida entera le pertenecía a él. Salí de mi casa y un taxi paso frente a mí y como si volará, no sentí el viaje, en poco tiempo estaba en la puerta de la escuela sana y salva. Y a tiempo..

El día empezaba y yo estaba lista..

Desde que Lucas me había quitado el auto que él me compró cuando nos divorciamos nunca sentí necesidad de uno. Siempre llegaba a tiempo..

Mientras pasaba lista a todos mis niños, faltaba uno.. Pregunté y nadie sabia de él. Cuando terminó la clase fui a la dirección y la directora tampoco sabía de él, ni sus padres habían notificado sobre su ausencia.

Estaba muy inquieta y tenía que saber ¿porqué?.. Algo no andaba bien.

Tomé un taxi y me fui a la casa de Francisco. Su madre abrió la puerta a medias y eso era una mala señal.

El naufragio de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora