CAPÍTULO XXVII

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Estaba delante del espejo dándome el último retoque en los labios cuando Raquel entró sin tocar, di un giro automático y brusco para encararla, pero ninguna dijo algo al respecto, ella estaba reparando mi atuendo de pie a cabeza y yo el suyo, que por cierto, era perfecto.

─Te ves...¡wow! ─apareció Bruno más atrás con una gran sonrisa espantando la tensión ─. Ya eres toda una mujercita.

─Bruno tiene razón, te ves hermosa ─me dijo ella con un sonrisa muy sincera, luego me abrazó de la nada dejándome completamente fría.

¿Estará bien?, ¿será la menopausia?

─A ver, quiero tomarles una foto así de cerquita, hace mucho que nos las veía tan unidas ─comentó Bruno, sacó su iPhone y disparó varias veces el flash.

Raquel se veía incómoda pero era palpable su interés por hacerme llegar su cariño de madre. A pesar de todo la amaba.

─Me he puesto sentimental ─gruñó ella logrando sacarme una risita.

─Demasiado diría yo ─contesté sin dejar de verla, después de meses en discordia hoy se podía disfrutar de la mutua y amena compañía.

─Bueno, a lo que vine ─se aclaró ella la garganta ─, la parrilla está hecha, solo quedan diez minutos antes de que acabe el año, por favor, baja a reunirte con la familia, los abuelos andan preguntando por ti.

Asentí feliz, y cuando Raquel y Bruno abandonaron mi habitación me eché un último vistazo en el espejo.
El jersey de crochet lucía impecable con el pantalón corto y los botines de cuero marrón; elegir el atuendo me había costado una eternidad, no quería ir a la fiesta de Dash como acostumbraba ir a todos lados, con vestidos; además, el invierno no me permitía vestir ligero.

Antes de abandonar el cuarto tomé mi cartera, la mascada a juego con mis botines y el celular, pero por una extraña razón sentí la necesidad de mirar hacía la ventana y, entonces, lo vi sentado al borde de su cama con los codos apoyados en cada rodilla y los dedos enrollados en su cabello.
Mi orgullo se desmoronó, las ganas que tenía de seguir aplicándole la ley del hielo desapareció.

─ ¡¡Emmy, cariño, ya vamos a lanzar los fuegos artificiales!! ─escuché la voz de mi tía Katy, y como la primera vez que nos vimos a traves de la ventana, él giró y me encontró mirándolo sin reparos.

Te extraño, John.

Él se puso inmediatamente de pie y caminó hacía la ventana, lucía guapo, me gustaba la cazadora de cuero que llevaba puesta, le daba un toque particular y atrevido.

John había alcanzo niveles inimaginables de poder sobre mí, con mirarme hacía que perdiera la noción del tiempo y la poca dignidad que me quedaba.

─ ¿Emmy? ─otra vez insistió Katy y no pude esquivarla, le di la espalda a la ventana -a John- y salí fingiendo que no lo había visto y que no me afectaba.

No podía preguntarme si me dolía, porque por supuesto lo hacía, solo quería pensar en la posibilidad de hablarnos cuando mi enojo pasara.

Estaba rodeada de mi familia materna, abuelos, tías, tíos y primos; también estaban los padres de Bruno, juntos despedimos el año viejo con abrazos y luces, sin embargo mi felicidad no era completa, me faltaba John.

─Ni se te ocurra pensar en él ahora, no te lo perdono ─me reprendió Katy, me volví a ella y le sonreí con nostalgia.

─Lo extraño mucho, tía ─dije, y entre sollozos la abracé. Parecía que las lagrimas esperaban el momento menos oportuno para salir.

Prohibido, profesor © TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora