CAPÍTULO XLVIII

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Emmy

Nunca me consideré buena mintiendo, ocultar una relación con mi profesor fue lo más arriesgado y atrevido que hice. Esa mañana del lunes salí de la escuela con una notable preocupación ahuecando mi entrecejo.

─ ¡Amiga! ¡lo lamento! ─los brazos de Laura se cernieron sobre mis hombros, dejándome completamente petrificada ─, ya me enteré, Noah me contó que el profesor Hunter tiene leucemia. Qué duro.

No tuve el valor de corresponderle el abrazo, me sentí mala amiga, yo debí decirle, no esperar que otro le fuera con la noticia.

─Oye, cuenta conmigo, ¿eh? ─ahuecó mi cara ─, no puedes lidiar tu sola con todo, aunque te creas súper fuerte, siempre vas a necesitar un apoyo. Y ese soy yo.

─Me gusta tu playera, ¿es nueva? ─comenté sin ánimo de seguir con la anterior conversación.

─No eres buena mintiendo, te duele, se nota. Y sí, es nueva. ¿Quieres que te lleve a tu casa? ─me arrastró al estacionamiento. Me decanté por asentir. Pensé en lo molesto que era caminar una cuadra para tomar el autobús, y en lo irritante que se volvía ir de pie porque todos los estúpidos asientos irían ocupados.

Todo el trayecto fue silencioso, gracias a Dios Laura conocía la prudencia, hasta que me escuchó pedirle que me llevara a otra dirección que no era la de mi casa, entonces preguntó.

─ ¿Qué hacemos aquí? ─le pedí aparcar frente a la casa de John. Mi nuevo hogar.

¿Cómo le explicaba a mi amiga todo ese embrollo?

─ ¿Y bueno?

─Lau, temo que te debo una conversación larga, no hoy, ya será, mientras, quiero que sepas que ya no vivo con Raquel sino con nuestro profesor.

Era de esperarse, ella se quedó estupefacta mirándome fijamente.

─Ven pronto a visitarnos, John querrá  verte cerca de mí, sabe que eres mi única amiga. Lamento no haberte puesto al tanto de todo, pero prometo darte una explicación detallada de cómo se dieron las cosas, ¿de acuerdo?

─ ¿Con nuestro profesor, eh?

Sonreí.

─Yo tampoco me lo creo. Pero ya sabes, la felicidad nunca es completa. Gracias por la cola, te espero de visita.

Presioné el timbre repetidas veces hasta que John apareció con Lulú en sus brazos.

─ ¡Lu! ─solté el morral para tomarla en un abrazo, mi profesor sonrió con ternura ─. ¿Raquel la trajo?

─No ─espetó, me beso la coronilla y agarró mi morral para adentrarnos. Siguió ─, fue tu padrastro, la trajo cuando te fuiste a la escuela. Te dejó dicho que en dos días será la boda, y que espera vernos.

Espera-¿qué?

¿vernos?

¿vernos de asistir juntos?

Hice ademán de proferir algo pero opté por cerrar la boca.

─No iremos si no quieres.

─Es la boda de mi madre, ¡por supuesto querré ir!

Pero...

─Conste, Bruno nos ha invitado sin el consentimiento de tu madre.

─Desde luego, no tendría sentido que Raquel nos invite a su matrimonio después de declararnos la guerra. Nos odia. En especial a mí.

─Tienes dos días para pensarlo ─habló. Puso un plato de espaguetis con queso sobre la encimera, justo frente a mí ─. Come. Cuando termines te das un baño, duermes una hora o dos. Pediré un domicilio para cenar, y luego, nos pondremos productivos, ¿está bien?

Prohibido, profesor © TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora