CAPÍTULO XL

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Llegué al aula y por fortuna John no estaba, así que le di los buenos días a los pocos que yacían en el aula y me ubiqué en el último asiento de la tercera fila.

─Buenos días, nuchachos ─esa voz...
Miré automáticamente hacia la entrada y la vi vestida con falda de tuvo, camisa de seda oscura y tacones de aguja. Atuendo digno de la profesora Keire.

Arrugué la frente cuando tomó lugar sobre el filo del escritorio, estaba seria, impaciente por que se calmaran los murmullos.

─Gracias por hacer silencio ─dijo rato después ─. Bueno, la razón por la que hoy me encuentro con ustedes es porque el profesor Hunter no vendrá.

Los murmullos volvieron a aparecer.

─Silencio, muchachos, no he dicho lo más importante.

Era exasperante tener que oír a todos al tiempo, me empezaba a dar un ataque de ansiedad.

─ ¡Silencio! ─grité, todos voltearon a verme sorprendidos, hasta Keire ─. Lo siento. Prosiga profesora.

Empezaban a preocuparme sus palabras.

─Gracias ─me sonrió ─. Como les decía, el profesor Hunter se ausentará durante lo que queda de semana, pero no se me alegren tan rápido, me ha pedido que les deje varios talleres, y la señorita Aguirre está a cargo de recogerlos.

No entiendo, John me dijo que vendría a clases, y lo vi bien, no estaba afanado más que por alistarse para venir a trabajar.

─ ¿Yo?, ¿está segura, profesora?, la monitora es Emmy ─comentó sorprendida mi compañera.

─Él ha sido muy claro, Aguirre será la encargada y nadie más ─atajó la profesora.

Sentí un pequeño pinchazo en el corazón.

─Bueno chicos, eso es todo por hoy. No olviden hacer los talleres ─sonrió y luego avanzó directo a la salida, como si fuera tan sencillo escapar de mis dudas. Pocos segundos después la alcancé.

─Profesora

─ ¿Sí? ─se detuvo, giró sobre sus tacones y me miró atenta varios centímetros arriba ─. ¿Eres Emmy?

¿Cómo hace para no olvidar mi nombre?

─Eh, sí ─me mordí el carrillo interno del labio inferior ─, Emmy Hudson.

─Claro, ya recuerdo que te vi para... ¿navidad?

─No lo recuerdo.

Por supuesto recuerdo aquel día tan amargo, ¡cómo olvidarlo!

─Eres vecina de John, ¿no es así?

─Oh, claro, ya recordé. Lo siento, profesora.

─Tranquila. A ver, cuéntame para qué soy buena.

─Bueno, disculpe que sea insolente, pero... tengo curiosidad sobre la ausencia del profesor. ¿Se encuentra bien?

Sonrió casi que con ternura «¿es en serio?», sus labios carnosos pintados de escarlata se curvaron, dejándome ver su perfecta dentadura.

¿Tiene algún defecto esta mujer?

─Emmy, me temo que es información confidencial, John no me ha autorizado para darles más detalles de los expuestos. Anda, quédate tranquila, él está bien, sé que muchas chiquillas como tu adoran al profesor ─me frotó el brazo izquierdo sin dejar de sonreír.

¿Chiquillas?

Calma, Em, calma.

Indudablemente me asaltaban las dudas, todo debía tener una explicación, y aunque John no estaba en la obligación de dármela, yo quería oírla.

Prohibido, profesor © TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora