John.
Miré por milésima vez el reloj golgante de la pared, y luego a Elizabeth, quien trataba de ligar en mis narices con el médico de turno.
Sonreí para mis adentros. Por suerte mi hermana tenía todo el tiempo del mundo para buscar ser feliz con alguien; parecía tener clara mi voluntad, le hice saber que nada me haría estar más en paz conmigo mismo que ver a quienes quiero seguir con sus vidas, después de todo, dejar todo por duelo no me haría regresar.─John ─se me acercó Elizabeth ─, voy por aromática a la cafetería, ¿puedes quedarte solo unos minutos?
─Todavía no soy inútil.
─No fue mi intención ofenderte, tonto ─sonrió, luego me besó la frente y salió acompañada del médico.
Claro, seguro iba por aromática.
Aprovechando estar solo, me dispuse a llamar a mi abogado, sabía poco o nada sobre los avances de mi proceso de sucesión, por lo que empezaba a molestarme.
─John ─entró Elizabeth de repente haciéndome colgar ─, ella ha vuelto, está aquí para verte.
Supe desde el primer instante de quién me hablaba. Nada me ponía de peor humor que enterarme de que Emmy insistía en verme.
─No la quiero ver, dile que se largue.
─Le prometí que te vería, no puedo...
─ ¿Con qué derecho decides por mí?
─John, solo quiere saber cómo estás.
─Ya te dije que no la quiero ver ─repetí pedante, sintiendo un inmenso dolor en mi pecho.
─No piensa irse sin...
─ ¡Dile que se largue! ─grité en un derrape de ira, Elizabeth estaba tan pasmada que solo acertó a mirarme en silencio. Clavé la vista en un horizonte imaginario con la mente hecha un torbellino; acostumbrado a darme tirones de pelo cuando algo se me salía de control, tal cual sucedía en ese momento, me jalé el mechón que golgante en mi frente.
Al segundo siguiente escuché un portazo, estaba solo de nuevo, con el pecho hundido de dolor y la mirada cuajada.─ ¡John! ─era la voz de Emmy llamándome desde afuera, podía oírla quebrar en llanto ─, ¡escucha, no pienso dejar de insistir!, ¡John, sé que me escuchas...!, ¡John!
Era realmente insoportable, no podía oírla un segundo más, me rompía las jodidas venas cada desgarradora palabra. Quería evitar su sufrimiento, eso pretendía alejándome, renunciando a todo, tratando de desaparecer de su mundo, pero resultaba imposible impedir que le doliera. Todo era mi culpa, mi maldita culpa.
¿Qué tan bueno era fingiendo que nada me conmovía hasta las entrañas?, realmente no lo supe hasta que transcurrieron algunos días y mi pequeña insistía en volver cada mañana al hospital en vez de ir a clases. Se sentaba en una banca diagonal a mi habitación, yo la veía a través de las persianas, un poco más delgada que antes y con la mirada perdida, en ocaciones lloraba en silencio sin dejar la maldita costumbre de morderse el carrillo interno del labio inferior.
─Pregúntale si durmió lo suficiente anoche, y encárgate de que coma algo ─le ordené a Elizabeth de regreso a la cama.
─ ¿Crees que Emmy necesita comer y dormir?
─ ¿Sabes cuándo me darán de alta?, extraño mi cama, ésta maldita camilla me entumece la columna.
─No me ignores, John. Lo que sucede con Emmy no es algo que se deba tomar a la ligera. Es preocupante ─dijo con severidad ─. Lleva mañanas enteras viniendo sin esperar que la recibas, solo intenta estar cerca de ti y eso ni siquiera te conmueve un poco, ¿qué mal la estás haciendo pagar?
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Prohibido, profesor © TERMINADA
RomanceJhon Hunter, profesor de literatura en la escuela privada Winston inicia una relación prohibida con una de sus alumnas, Emmy Hudson. Ambos enfrentarán sus miedos, conocerán el cielo y vivirán su historia de amor en silencio, porque la clave para ve...