CAPÍTULO XLI

3.1K 230 50
                                    

Con el último renglón me percaté de que lloraba silenciosamente frente a todos, y el libro temblaba entre mis manos. Pero, por qué si solo era un poema?

Intenté reponerme, borrar las marcas de agua en mis mejillas, fingir que no me habían afectado las palabras de un sabio escritor, hacer de cuentas que me sentía mejor.
Levanté el mentón y John estaba ahí, frente a mí con el ceño fruncido, cruzado de brazos analizando mi ridículo comportamiento, sin intención de consolarme.

─Puede sentarse señorita Hudson ─fue lo único que dijo antes de dar la espalda y ponerse a escribir en la pizarra.

─Lo leíste con mucho sentimiento ─me dijo una compañera, aunque yo realmente no sabía si creerle.

la voz de mi profesor me sacó del trance ─No quiero que dejen un sola línea fuera del análisis, necesito que el poema sea evaluado por entero. El trabajo es individual, y el plazo máximo para enviarlo a mi correo será hoy hasta las 12 en punto de la noche, ¿de acuerdo?

Apunté lo que debía hacer, y le tomé foto a la pizarra rápidamente para alcanzar a John quien se preparaba para despedirse.

─Profesor...

─ ¿Podemos hablar en otro momento? ─me contestó al tiempo que descolgó una llamada

─Solo quería preguntarle...

─Ahora no Emmy, luego hablamos ─me cortó con afán.

Quedé petrificada con el orgullo pisoteado viendo cómo desaparecía por el pasillo. Me lo merecía.

Finalmente fue viernes y por alguna extraña razón lucía poco prometedor, desde las aulas hasta la biblioteca, habían rumores de una supuesta renuncia por parte de John. Algo así no podía ser cierto.

─ ¿Puedo pasar? ─le pregunté a John, a sabiendas de la estupidez que cometía. Literal, mi reserva de dignidad se agotaba.

Yo seguía en la puerta de su oficina compartida, esperando alguna respuesta.

─Adelante. Sé breve, tengo mucho trabajo pendiente ─recalcó sin despegar la vista de su ordenador, lo que causó que me dieran unas enormes ganas de largarme, ya de plano estaba siendo pedante.

─Yo, bueno, quiero saber qué te ocurre últimamente ─mi voz era un hilo, un estúpido hilo a nada de romperse.

─ ¿Supones que me ocurre algo? ─siguió tecleando en su ordenador.

─No supongo, es evidente que algo no anda bien contigo.

─Son ideas suyas, señorita Hudson.

─Deja de llamarme así, hace una semana atrás yo era Emmy, a quien obligaste a quedarse a solas contigo en un aula para pedirle perdón.

─Hace una semana atrás, bien dicho.

¿En serio acaba de decir eso?

─ ¿Qué te cuesta ser sincero conmigo?

─No es el lugar ni el momento indicado para instaurar charlas profundas ─cerró el ordenador portátil de un manotazo, y clavó la vista en mí.

─De acuerdo ─pude murmurar sin romper en llanto, y segura de no querer molestarlo un minuto más, abandoné la oficina.

─Emmy ─me llamó a medio pasillo ─. Aguirre es mi nueva monitora desde hoy, ¿de acuerdo?

Demoré en darle una respuesta luego de procesar aquellas palabras. Fue humillante. Se sintió como balazos en mi pecho.

─Sí ─resoplé, luego le di la espalda y apreté el paso mientras iba con la cabeza gacha.

John se había vuelto detestable, repugnante, indolente, y sobre todo, bipolar. ¿Cómo pretendía que entendiera su comportamiento de las últimas semanas?, habían días en los que me rechazaba, y otros en los que mostraba interés por mejorar lo nuestro. ¡Me estaba hartando! Definitivamente quería mandarlo a la porra y olvidarme de la luz al final del túnel. Me dolía. No sé cuánto tiempo iba a aguantar estar así.

Las prácticas del equipo acabaron relativamente tarde, cuando llegué a casa Raquel y Bruno no estaban, tenía todo el silencio del mundo para llamar a mi padre y, posteriormente, a Alex, mi prima, con quien llevaba meses sin contactarme.
A eso de las siete salí a dar un paseo por la cuadra con Lulú, y al pasar por la casa de mi profesor me percaté de que tenía visita, habían varios autos estacionados afuera. Sin embargo, avancé, no me quedé para torturarme, si él seguía su vida yo también haría lo mismo; no me debía afectar que presentara carta de renuncia, ni que iniciara otra relación, o que fuera indiferente. Me decidí a olvidarlo aunque me costara muchas noches de insomnio.

Lunes.

Mi ánimo no era el mejor, y mi horario de llegada tampoco. Como consecuencia me mandaron a dirección por llegar quince minutos después de comenzada la clase de matemáticas con el profesor Salas.
Tenía dos opciones, hacer trabajo comunitario durante quince días, ó, servir como tutora de matemáticas dos horas después de clases por una semana.

─Creo que tutorías está bien ─le dije al director quien sonrió simpático ante mi gesto de resignación.

─Emmy, todos sabemos que desde que te ocurrió aquel incidente tienes trastorno del sueño, pero debes poner de tu parte ─me extendió un papel donde constaba que haría de tutora por una semana ─. Esa nota se la debes entregar a la bibliotecaria, ella vigilará que cumplas tu sanción, y cuando acabe la semana debes regresar con la nota firmada por ella, ¿entendido?

Antes de contestarle el teléfono sonó, y el director no demoró en descolgar. Observé la pila de libros en el fondo de la oficina mientras el director hablaba, de pronto, él tiró el teléfono y salió a toda prisa del despacho.

─Rosa, llama una ambulancia urgente, por favor ─lo escucho decir a su secretaria.

¿Qué pasa?

Salí del despacho y miré a Rosa hablar por teléfono desesperadamente mientras tecleaba su ordenador. En cuanto al director, ya no estaba. Las aulas empezaron a ser evacuadas, todos se asomaban por los balcones mirando hacia la primera planta. Poco después oí una ambulancia dentro del plantel, llegué a comprender que algo verdaderamente grave pasaba.

─Emmy ─vi a Laura levantar la mano al otro lado del pasillo, caminé rápido para alcanzarla, cuando escuché a alguien mencionar algo relacionado con John.

Entre empujos logré dar con mi amiga, quien se mostraba agitada.

─ ¿A que no adivinas?

─ ¿Qué?

─El profesor Hunter acaba sufrir un desmayo mientras daba clase...

La impresión me llevó a desconectarme del mundo real, Laura seguía hablándome pero no podía hacer más que ver el movimiento de sus labios.

─Emmy, ¿me oyes? ─oí al rato, miré a Laura y asentí sin salir de la impresión ─. Amiga, ¿quieres que te acompañe a la enfermería?

─No ─dije al tiempo que me asomé por el balcón tratando de encontrar a John con la mirada, así fue como lo vi tendido en una camilla que intentaban meter en una ambulancia.

________________________________
NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR
Continúa la cuenta regresiva.

Prohibido, profesor © TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora