CAPÍTULO L

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De un manotazo cerré mi casillero cuando el celular vibró insistente, entonces descolgué al ver el nombre de John en pantalla.

─Estoy a punto de entrar a clase, tienes dos minutos ─susurré y miré a todas partes para percatarme de que nadie nos oyera.

─Olvídate de la clase ahora mismo, Richard irá por ti a la escuela; en el camino te explicará todo ─informó.

─ ¿Qué sucede? ─quise saber, mis manos sudorosas empezaron a humedecer el móvil y los libros que sostenía ─, ¿y me puede decir quién es Richard?

─Richard, el único amigo que te he presentado. Cielo, no hay tiempo para responder preguntas, debes ir con él.

─ ¿Estás bien?, ¿por qué no hay tiempo?

─Perdóname, cielo. Perdón ─dijo y luego colgó. Me quedé aturdida a la mitad del pasillo, respiré profundo y volví a abrir mi casillero para devolver los libros a su sitio.

Avancé a paso presto por los pasillos, con la incertidumbre clavándose en mi pecho, realmente asustada y con los pensamientos desbordados. Hasta que oí la voz del director.

─Emmy, ¿a dónde vas con tanta prisa?

Me detuve en seco.

─Ehm... iba, iba a los baños ─balbuceé.

─Los baños están al otro lado del pasillo. Vas en dirección opuesta ─argumentó. Madre mía.

─Oh, sí, tiene razón. Qué torpe, me confundí─le di la espalda para regresar por donde venía.

─Emmy, vayamos a mi oficina ─no se oyó como una sugerencia, me lo estaba ordenando. Inspiré profundo al cruzar la entrada de su despacho, antes me percaté de la mirada acusiante que me lanzó su secretaria, ¿qué le pasaba?

─Siéntate ─me pidió. Los pelos se me pusieron de punta, no podía defenderme siquiera. En ese instante irrumpió la psicóloga en lo que parecía un monólogo, se sentó a mi lado, y con un gesto comprensivo me saludó ─. Oficiales, pueden pasar ─habló el director, rápidamente fruncí el ceño y miré hacia la puerta que estaba siendo cerrada tras el ingreso de dos policías.

─ ¿Qué pasa? ─me puse de pie.

─Emmy, vuelve a tu lugar, ya te explicaremos la situación.

─Tengo química ahora, ¿qué es más importante que mis clases, director?

─Vuelve a tu lugar ─repitió impaciente.

─Señorita Alison, ¿me puede decir qué ocurre? ─me dirigí a la psicóloga.

─Cariño, toma asiento y escucha lo que tenemos que decirte ─me respondió ella. Empezaba a encontrarle sentido a las palabras de John, estaba atando cabos, estaba entendiéndolo todo y no podía detener mis pensamientos catastróficos.

─Está bien, sí, todo está bien ─dije, pero más que una respuesta, se volvió una forma de interiorizar mi autoterapia de relajación.

─Emmy, la señorita Alison al igual que los oficiales, están aquí por una sencilla razón. Queremos hacerte varias preguntas. Prometemos manejar el asunto con suma precaución, ¿de acuerdo? ─informó el director.

─ ¿Qué clase de preguntas? ─indagué.

─Emmy, tranquila. Son simples preguntas ─amilanó la señorita Alison. Me sujetó las manos y las sobó. No pasó más un segundo cuando las aparté.

─Señorita Hudson, ¿cuántos años tiene? ─preguntó el oficial más viejo.

─Dieciocho, ¿por qué?

Prohibido, profesor © TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora