─H-hola Emmy.
─Hola, ¿se encuentra John? ─con paso firme la hice apartarse de la entrada logrando avanzar, el olor de la gran casa no había cambiado, se mantenía, incluso algunas cajas llenas de libros seguían sin ser desempolvadas y abiertas ubicadas en los mismos rincones. Todo seguía como recordaba.
─Se está duchando, ¿quieres esperarlo en su despacho?
─Voy a esperarlo en su habitación ─dije, Elizabeth me detuvo antes de subir las escaleras.
─Emmy, tenle paciencia, ¿quieres?
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─ ¿Más de la que he tenido?─Sí, es que hoy no le han salido las cosas muy bien, está de mal humor, verte lo pondrá peor, pero creo al igual que tu que es necesario que hablen ─inspiró hondo antes de seguir ─. Estaré aquí abajo por si me necesitan. Recuerda, está sensible y dirá cualquier cosa hiriente para alejarte.
─G-gracias, lo tendré presente ─espeté finalmente para después echarme a andar por los peldaños.
Un sentimiento de nostalgia me apretó el pecho cuando agarré, giré y empujé el pomo de la puerta.─ ¿Cuándo vas a aprender a tocar la puerta primero, Elizabeth? ─oí su enérgica voz. Con cautela caminé hacia su cama y me senté en ella a esperas de verlo salir en algún momento del baño.
Reparé minuciosamente mi alrededor, a diferencia del primer piso, el cuarto había tenido cambios, las mesas de noche habían sido reemplazadas por una máquina para contabilizar los latidos del corazón y un tubo metálico del que colgaba una destroza. Además, las paredes ya no vestían de un color opaco sino blanco hueso como las sábanas, y las esquinas que una vez fueron ocupadas por cajas con libros, ahora lucían despejadas.
─ ¿Qué haces aquí? ─me sobresalté al escucharlo, repito, su voz se oía más gruesa que de costumbre.
─ ¿Leucemia?, ¿cuándo pensabas decírmelo?
─Lárgate ahora ─zanjó, con la mitad de su cuerpo envuelto en una toalla se dirigió a mí y me obligó a estar de pie, luego tomándome del brazo me empujó hacia la salida ─. Hazlo ya antes de que te arrepientas de haberte quedado.
No voy a mentir, verlo tan alterado me hizo temerle, pero recordé las palabras de Elizabeth.
─ ¡Me lástimas!, ¡déjame ya! ─me zafé de su agarre, y lo empujé molesta ─. No me iré hasta que hablemos.
Su pecho subía y bajaba con dificultad.
─ ¿Estás sorda?, que te largues, no quiero hablar, ni hoy, ni mañana, ni nunca. Vete.
─No lo haré.
─ ¡Malditasea! ─gritó al tiempo que empotró su puño izquierdo en la puerta, a la altura de mi cabeza. Estaba horrorizada, cubriéndome inútilmente cara ─. Emmy, vete, hazlo ahora porque no respondo por lo que pueda pasar después ─habló cambiando drásticamente el volumen y la intensidad de su voz.
Poco a poco fui alejándome las manos de la cara, al hacerlo por completo, vi a un John arrepentido.
─No lo haré, es mi último palabra ─lo desafié sin dejar de sentir miedo por su reacción. Esta vez me dio la espalda y caminó de regreso a su cama dándose tirones de pelo.
─ ¿Por qué me alejas? ─le pregunté intentando acercarme. De fondo se escuchó un portazo en la primera planta, muy seguramente Elizabeth salió para no tener que oirnos discutir. Cuando estuve cerca de sí me apartó con un suave empujón ─. ¿Tanto me desprecias?, ¿ya no te gusto?, ¿no me amas?
Iba a llorar, lo presentía, tenía un nudo en mi garganta.
─No te obligaré a irte, supongo que mi desprecio es de vital importancia para tu poca dignidad.
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Prohibido, profesor © TERMINADA
RomanceJhon Hunter, profesor de literatura en la escuela privada Winston inicia una relación prohibida con una de sus alumnas, Emmy Hudson. Ambos enfrentarán sus miedos, conocerán el cielo y vivirán su historia de amor en silencio, porque la clave para ve...