CAPÍTULO XI

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─Toma asiento ─me ordenó Raquel, junto a ella estaba Bruno visiblemente preocupado ─. Emmy, estoy tan decepcionada de ti...

─Déjala hablar, Raquel, quizá fue a dar un paseo por la redonda ─intercedió mi padrastro.

─Bruno, no interfieras.

─Lo hago, mujer ─se defendió ─, lo hago porque me parece injusto. ¿Olvidas que tengo una hija casi de la edad de Emmy?, por favor Raquel, son chicas y quieren espacios.

─Tú preocúpate por tu hija que yo lo haré por la mía ─rebatió mi madre ─, la educación de Emmy la pago yo. Tú no eres más que mi prometido.

─No peleen ─grité y estampé las palmas de mi mano en el comedor.

─Emmy, linda, te quiero ─Bruno me besó la coronilla y finalmente se fue molesto.

Esperé a que mi madre estuviera el doble de molesta, sin embargo no fue así, se mantuvo callada un par de segundos hasta que habló.

─Ve a tu cuarto, mañana hablaremos.

La mañana del domingo tuvimos un desayuno silencioso, cada una cavilando en sus propios asuntos.

─Le he dicho a Bruno que suspendamos los preparativos para la boda, lo de anoche ha sido realmente catastrófico.

Bebí el descremado con prisa y la miré estupefacta. Que mi madre quisiera detener su boda por una simple discusión la dejaba mal parada.

─ ¡Qué te pasa, Raquel! ─cambiamos de papeles, ahora yo era la adulta y ella una bola de hormonas inestables ─, Bruno es un buen hombre. Anoche no pasó mayor cosa, discutieron como cualquier pareja.

─Oh, vaya, ahora mi hija me da consejos de cómo llevar mi relación amorosa. ¡Por tu culpa es que hemos peleado!

─ ¿Por mí? ─reí histérica ─, vamos mamá, a Bruno le ha cabreado tu temperamento voluble. Siempre hablando a las patadas y controlando todo; mi papá tenía razón, contigo la vida es invivible. ¡Eres un incordio!

Raquel levantó su mano para golpearme pero se detuve centímetros antes de hacerlo, mantuve los ojos cerrados hasta que la escuché sollozar.

Por primera vez la vi desarmada. Bajó la mano y se cubrió los ojos, lloró a cántaros durante un par de minutos y luego desapareció por las escaleras.

─ ¿Tía? ─la llamé ─, tía, Raquel te necesita, ¿puedes venir?

─ ¿Ha sido Bruno, cierto? ─adivinó ─. Agarraré el primer vuelo. Te quiero. Chao.

El jueves mi tía Katy volvió a su casa, Raquel y Bruno arreglaron sus problemas y me sentí aliviada por ellos. Ese mismo día fui con el equipo de animadoras al primer partido de fútbol de los intercolegiados, tuvimos una victoria espléndida, la diferencia de anotaciones era evidente.

─Emmy.

─Hola Noah ─me acerqué, aún tenía el uniforme del equipo, algunas mechas de pelo cubrían su frente y lo hacían ver sofocado ─. Felicitaciones, hiciste un gran trabajo.

─Gracias. Hey, linda, el equipo celebrará la victoria en mi casa, ¿vienes?

─Eh, no lo sé. Tal vez ─pensé automáticamente en mi madre.

─Oye, estoy con Dash, no intentaré seducirte ─el encantador hoyuelo en su mejilla apareció tras sonreír ─. Venga, si aceptas envío a alguno de los muchachos por ti.

El equipo de animadoras y el de fútbol tenían ante la opinión pública la misma categoría, populares, divertidos, atléticos y pudientes. Yo, sin embargo, iba en contravía.

─A las diez, ni un minuto más ni uno menos. Me llamas cuando estés frente a mi casa ─le guiñé el ojo y me desaparecí por los vestidores.

─ ¿John? ─lo miré de soslayo mientras conducía, se veía relajado y temí causarle un enfado con mi noticia.

─Dime ─con su mano libre cubrió la mía y luego se la llevó a la boca para besarla.

─Eh, creo que no hablaremos hoy antes de dormir.

─ ¿Por qué? ─su tacto se enfrió drásticamente y su expresión ensombreció.

─El equipo de fútbol va a celebrar la victoria de hoy en casa de Noah..

─Y te han invitado ─apretó el timón, crugió los dientes y aparcó cuadra y media antes de mi casa ─. Supongo que aceptaste ir.

─No quería pero Noah ha insistido y no me he podido negar.

─Noah, siempre Noah ─golpeó el salpicadero con tanta vehemencia ─, ese niñato es un incordio.

─No es lo que crees, John sale con Dash, la capitana del equipo.

─Da igual ─agitó las manos ─, no confío en él.

─Ya di mi palabra ─balbucié.

Unimos miradas y una emergente frustración lo inundó, noté su disgusto.

─Cielo ─atrapó mi cara entre sus manos ─, llámame al salir y al llegar a casa. No bebas demasiado, escríbeme si llegas a aburrirte que yo inmediatamente pasaré por ti.

─John ─sonreí, mi profesor era un encanto ─, amor, se darán cuenta que has ido por mí, todos conocen tu camioneta.

Mientras me reí de sí, contempló mis labios con una extraña sonrisa torcida, por un instante volví a la casilla de salida, la vieja Emmy tímida y rígida apareció.

─ ¿Qué? ─peinó algunas greñas atras de mi oreja ─, ¿te he intimidado?

─Un poquito ─susurré.

─El tímido he sido yo que no he reaccionado cuando me has dicho amor.

─ ¿Me he precipitado?

─Para nada, señorita Hudson. Me gustó, creo que con un poco más de tiempo te volverás una aficionada de los tratos dulces.

─Disculpen ─tocaron el vidrio detras de mí, al separarnos descubrimos a la señora Theresa asomada viéndonos con la boca abierta, luego se repuso ─, lamento interrumpirlos.

─Señora Theresa, por favor, por favor ─bajé del auto y me arodillé a sus pies. En lo único que pensé fue en Raquel y su instinto aniquilador, era obvio que la señora Theresa le iría con el chisme ─, hago lo que me pida pero no le diga nada de esto a mi madre.

─Cielo, levántate ─me sujetó John de un brazo pero me resistí.

─Señora Theresa, le lavo los trastes todos los días durante un mes a cambio de su silencio ─abracé sus pies.

─Emmy, cariño, tranquila ─la escuché.

─Júreme que callará esto ─me aferré a sus piernas.

─Señora Theresa, disculpe la insolencia de Emmy, han sido los nervios ─dijo John, y acto seguido me puse de pie.

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Prohibido, profesor © TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora