CAPÍTULO VIII

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El tiempo cada vez más se reducía, quedaban menos espacios para completar los preparativos para la feria del libro; entre las tareas, las practicas de animadora, Raquel y John, solo me quedaba un corto receso para respirar.

Jhon también se veía angustiado y tenso, tanto así que los ultimos días de la Sexta semana de clases no hubo contacto entre nosotros, ni físico ni de cualquier otra forma hasta ese día.

«Emmy» fue un llamado relativamente sutil que me sobresaltó, miré a mi alrededor y la clase seguía sumida en sus libretas. Miré a John y no tardó en sugerirme que mirase mi celular.

Ve a los lavados, necesito besarte
Tuyo, John.

La propuesta resultaba tentadora. Decir que no deseaba besarlo era una falacia, pero acceder a sus necesidades suponía conflicto de mis emociones, mi cabeza no estaba para jueguitos así que le escribí...

John, no iré. Por favor, compórtate, la clase aún no termina y tú y yo tenemos una tarde agitada con los preparativos finales.
Te necesito concentrado. Lúcido.
Tuya, Emmy.

Seguí terminando los ultimos ejercicios de lectura crítica que John había dejado en clase cuando de soslayo vislumbré su silueta frente a mí.

─Emmy, qué no entiendes ─acortó distancias e hizo como si me explicase algo.

─John, si sigues actuando desesperado nos meterás en líos serios ─traté de seguir el trazo en mi libreta sin conectar mirada con él.

─Necesito besarte ─rebatió con un deje anjelante en la voz ─, te necesito. Ahora.

La campanilla de cambio de clase sonó, John tuvo que tomar distancia y despedir a la clase sin dar muchas sospechas.

─John ─entró la profesora Keire en ese preciso instante, acicalada como siempre, riéndose de algo que no podía adivinar. Se detuvo muy, pero muy cerca de mi profesor y le extendió un sobre ─. Debes confirmar tu asistencia antes de fiestas de Halloween.

Guardé todo con suma lentitud, miré a John pero él no a mí, sostenía el sobre y le decía algo muy por lo bajo a su colega que la hizo reír con más intensidad.

─John ─me detuve frente a ellos, Keire enarcó una ceja y me reparó desdeñosamente. «Contrólate, no pasa nada» leí en la mirada de mi profesor ─. Perdón, quice decir profesor Hunter. ¿Terminaremos los preparativos?

─Por supuesto ─agarró su maletín ─, en un rato te alcanzo a ti y a los muchachos.

─Claro ─apreté los libros que sostenía. Cuando me di vuelta la profesora Keire hizo un comentario despectivo: "por el nivel de confianza que le brindas a tus alumnos es que estas niñitas se sienten con derecho de tutearte como a un amigo más. Igualadas."

¿Igualada?, ¡¿Igualada yo que soy su novia?!

No me percaté de la furia en mis pizadas hasta que choqué con Laura en la entrada del teatro.

─Hey, ¿va todo bien?

─Oh, por supuesto. ¿Qué no se nota lo feliz que estoy? ─agarré el primer pote de pintura que hallé y empecé a pintar lo que faltaba de uno de los stands.

─Bueno, muchachos ─apareció John ─, hoy es nuestro último día para dejar todo listo. Mañana será el gran evento. ¡A trabajar!

La sangre me hervía y Laura percibía mi guerra interior, pero no comentó ni preguntó absolutamente nada hasta que salpiqué mi ropa con pintura y en un derrape de ira lancé la brocha contra el resto de adornos que yacían a un lado del sitio a la espera de ser usados.

Prohibido, profesor © TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora