»EL COMETA HALEY«

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Hadley

Buscaba el lugar en el que se suponía que estaba mi padre, pero estaba perdida. Nos encontrábamos en un lugar repleto de gente, César y Óscar se habían quedado en el auto, pero Víctor y yo estábamos perdidos entre puestos, locales, gente, animales.

–Es por allá– Decía Victor jalándome de la mano mientras él veía la ruta en el teléfono.
–Cuidado– Dije parándome en seco al ver pasar a un toro corriendo por ahí.

Seguimos avanzando, yo miraba a todos lados, pero algo llamó mi atención. En una esquina una cartera flotaba por ahí rodeada de un brillo azul, la ví llegar a manos de un niño de casi unos cinco años, estaba todo sucio, su cabello era castaño y rizado lleno de nudos.

–Lo encontré– Dijo Victor señalando a una tienda a unos metros, mi padre estaba ahí.

Suspiré y corrimos hasta ese lugar, él nos vió y nos hizo una señal de que lo siguiéramos.

–¡Hadley llegaste!– Dijo mi padre abrazándome.
–Si, si, pero no tenemos tiempo, por favor dinos todo sobre los Draconis– Dije rápido y él asintió.
–Bien, en la universidad de Freeridge conocí a Rastaban Draconis, éramos amigos, él tenía un hijo apenas de tres años, Eltanin– Explicaba mi padre y nosotros poníamos atención– Nosotros teníamos la idea de una pandilla para cuidar a Freeridge, pero sus ideas empezaron a cambiar mucho, él quería traficar con algo más que drogas, quería hacerlo con personas, animales en peligro de extinción y cosas así, pero yo me negué.
–¿Qué pasó con él?– Pregunté confundida.
–Se enojó conmigo, amenazó con matarme pero lo olvidamos, después llegó Aldhib, tenía un año cuando Rastaban se fue a Canadá, Samantha y yo te tuvimos a ti pero te dejamos allá porque queríamos protegerte, Rastaban no sabía nada de ti– Decía él y por primera vez comprendía lo que habían hecho– El cartel Draconis creció muchísimo, pero sabíamos que un día él querría recuperar Freeridge, solo que nos enteramos de su muerte hace unos años y por eso te buscamos, pero al parecer Eltanin quiere terminar lo que su padre comenzó.
–¿Y por qué quieren Freeridge?– Preguntó Victor y Eduardo tragó saliva.
–Rastaban y yo enterramos algo por ahí, hay... Una bóveda secreta con muchísimo dinero, además... Las escrituras de un rancho oculto que él siempre quiso, con contar el valor que él le da a Freeridge, es como por puro orgullo– Explicaba él y yo suspiré nerviosa, estábamos muy metidos en un hoyo de víboras.
–¿Cómo los detenemos?– Pregunté esperando que la respuesta fuera algo bueno.
–Mátalos, a Aldhib y a Eltanin, ninguno debe quedar vivo o te seguirán a ti y a todos nosotros– Decía mi padre y eso me dió un poco de fuerza, podía matar a alguien– Pero ten cuidado, no eres la única con habilidades en éste negocio, Aldhib tiene el poder del hielo y el viento, Eltanin... Él tiene algo más peligroso, el dragón maldito es más fuerte que nadie, casi nada lo lastima, el fuego arde en su interior, además puede volverse humo, puede esconderse dentro de una sombra y desaparecer.
–Mierda– Dije cuando mis esperanzas de ganar cayeron al suelo y fueron pisoteadas.
–¿Alguna debilidad?– Preguntó Victor pensativo.
–Ninguna que conozca, pero si algo sé, es que los dos hermanos son muy unidos, cuando alguno cometa un error, úsenlo para separarlos y terminarlos– Dijo mi padre y asentí– Eso es todo lo que tengo que decir.
–Está bien, podemos...– Guardé silencio al ver pasar por afuera de la tienda al niño de hacía un rato.

Lo ví correr a toda velocidad, detrás de él corrían tres hombres gritando y riendo. No pensé dos veces, algo en mi interior me impulsaba hacia adelante, así que salí corriendo tras ellos. Pasaba empujando a la gente mientras seguía a los hombres, saltaba algunos obstáculos que me impedían avanzar. Los ví entrar a una calle vacía y traté de concentrarme en aparecer adelante. De pronto ya había cambiado de lugar, pero no estaba cerca de él, estaba corriendo por las azoteas de las casas, abajo en la calle podía ver a los hombres, pero ya no encontraba al niño, fue solo cuando me asomé por las orillas que logré verlo escondido en un callejón detrás de un contenedor de basura, temblaba y lloraba en silencio. De pronto aparecí a un lado, los hombres aún no llegaban al callejón.

ENTRE ROSAS Y ESPINAS |TTE #2| Victor Zsasz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora