»HIELO«

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Hadley

El viento helado golpeaba mi cara con fuerza mientras llegaba a la esquina de Odessa. Eran las tres diez así que llegaba tarde, y ahí había una camioneta negra esperando, pronto tres hombres grandes y musculosos se bajaron con intensión de subirme a la fuerza, pero yo saqué mi arma y les apunté mientras los lobos les gruñían enojados.

–Me subiré sola– Dije decidida y ellos se quedaron quietos.
–Rápido– Ordenó el más grande.

Guardé el arma y avancé con la cabeza en alto al vehículo, con la puerta abierta entraron los lobos primero.

–¿Aldhib no vino personalmente?– Pregunté rodeada de hombresotes malos.
–El señor Draconis no quiere sorpresas y sus animales deben bajar– Decía el hombre calvo, el que parecía el encargado.

No respondí y solo seguí mirando sin expresión al frente. El hombre solo bufó y se subió a la camioneta, pronto nos pusimos en marcha.

Todos me miraban con las manos en sus armas, pero yo ni siquiera me molestaba en moverme, mi plan era llegar a donde quiera que íbamos y liberar a mis amigas. Me sorprendía que no me taparan la cara o algo así, podría ver el camino con facilidad, solo que no esperé que de la nada los cristales se volvieran negros dejándome sin ver algo del exterior. Debía conseguir un auto así, era muy útil.

Un rato más tarde...

No sabía cuánto había pasado, el camino se me hacía tan largo y con tantas vueltas extrañas que ahora estaba completamente perdida. Los Draconis no se andaban con juegos acerca de lo secreta que era la ubicación de su casa o lo que fuera. Pero al fin nos deteníamos y la puerta se abrió, sentí alivio al bajar, pero pronto se fue al ver a mi alrededor. Estábamos enfrente de una construcción enorme que parecía una fábrica o un rancho enorme y hasta donde llegaban a ver mis ojos, no había nada más al rededor que solo tierra y montañas.

–Señora, tiene que dejar sus armas aquí– Dijo un hombre acercando una bandeja a mí.

Lo miré un momento con la mirada más pesada que pude, resultaba bien, el hombre se veía inseguro. Pero saqué mi pistola y la puse en la bandeja, también mi cuchillo de la bota izquierda.

–Todas las armas– Decía otro hombre y rodé los ojos.

No necesitaba armas pero me sentía más segura teniendo de menos una. Solo que puse todos mis cuchillos restantes en la bandeja.

–Estoy limpia– Dije levantando las manos y dos hombres se acercaron.

Ellos llevaban sus manos a mí y mis lobos se les aventaron.

–Sentados– Dije fuerte y los animales obedecieron, pero aún gruñían– Nadie me va a tocar, si dije que estoy limpia, estoy limpia.
–Adelante– Dijo uno de los hombres de la entrada.

Seguí avanzando a las grandes puertas de acero.

Narrador

En tanto la chica entró todos los hombres presentes pusieron su mirada en ella. Una preciosa mujer de ojos verdes, cuerpo perfecto, cabello corto y negro, labios gruesos y una capa negra que le llegaba casi a los tobillos. Se veía como un bocadillo para tantos hombres hambrientos sentados en mesas largas. Podría haber casi cincuenta hombres grandes y fuertes dentro de ese inmenso lugar, y ella caminaba lentamente entre la multitud, con días grandes lobos a su alrededor, gruñendo a cualquiera que pudiera acercarse.

–Miren que nos trajo el gato– Decía un hombre de músculos gruesos, cabeza rapada y barba roja– La cena.

Hadley ni siquiera dijo nada, solo lo miró con una ceja arqueada y la cabeza en alto. Cada vez más los hombres gritaban fuerte y se reían.

ENTRE ROSAS Y ESPINAS |TTE #2| Victor Zsasz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora