Prt.11

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Fueron un par de horas muy laboriosas, todo salió en orden. La mujer pudo salir del quirófano. Él entró a la habitación donde estaba la mujer.

Petra estaba despierta observando a su alrededor, al ver la presencia de la persona que la salvó no dudo ni un segundo en agradecerle.

- ¡Doctor! Grácias, gracias muchas gracias. - Decía ella con la voz quebrantada, llevó un gran susto por lo ocurrido que aún no reaccionaba del todo.

Eren solo sonreía, para él era agradable y satisfactorio el saber que su ayuda sirvió de algo.

- No hay de qué, este es mi trabajo. - Respondió, supervisó algunas cosas, hacia conversación con su paciente. - Hay alguien que pueda venir por tí, aún debes de permanecer por un tiempo hasta que estemos seguros de que puedes volver a tu hogar.

- Puede llamar a mi esposo, él seguramente está preocupado. - Eren asintio y tomó el número telefónico para hacer la llamada.

Las horas pasaron y los pacientes del hospital eran atendidos con amabilidad, el cuerpo de Eren hizo un reproché por la falta de atención, el hambre provocaba rugidos en su estómago cosa que no pasó desapercibida por sus colegas.

- Creo que es hora de almorzar. - Hablo uno de ellos, Matías.

Otro observó la hora de su reloj y abrió ampliamente sus ojos. - Será una combinación de almuerzo-cena. Ya son las 10:45PM.

Ninguno de ellos había probado bocado durante todo ese tiempo, era más que lógico que el cuerpo les reclamase por alimentos.

Todos regresaron a sus hogares, el día siguiente también sería difícil y cansado. Debían recuperar fuerzas y ánimos.

Y así pasaron los días

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Y así pasaron los días.

Entre el trabajo cansado, entre buenas y malas noticias para todos aquellos que entraban o salían de los consultorios de los doctores.

Mientras otros se encontraban estresados por el exceso de trabajo Eren se mantenía sonriente, irradiando felicidades a sus pacientes de todas las edades. Desde los más pequeños hasta los ancianos.

En el área de pediatría todo estaba bien, debía de admitir que le destrozaba el corazón ver a pequeños y hasta bebés enfermos. Maldita desdicha que atacaba sin importar qué.

- La estrella roja me gusta. - Conversaba la pequeña Tara a uno de los pacientes y compañeros de habitación. - ¿Y a tí? - Se volvió a escuchar su voz tranquila.

No recibió respuesta, el pequeño al que le pregunto se mantenía acostado conectado a tantas cosas que no tenía ánimos de nada.

Ella se bajó de su cama y se acercó al pequeño. - No estés triste. - Tara le sonrió y a pesar del cansancio del otro él también devolvió la sonrisa.

Las enfermeras que se encontraban allí trataban de ignorar y seguir con su labor, si prestaban atención a las conversaciones de los niños era más que obvio que dolería.

Tiempo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora