Prólogo: Bienvenida a Twitter.

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– Qué se supone que es esto? —pregunté frunciendo el ceño —No comprendo esta cosa del diablo, ¡déjame ir!

Demonios, contrólate, Abigail.
Pareces ancianita.

Alejandra rodó los ojos.
– No seas boba, Abby —dijo empujándome sobre el asiento nuevamente — es sólo Twitter, una red social como cualquiera.

– No entiendo como se usa —hice un puchero infantil — De todos modos, ¿de qué me puede servir?

– ¡Es divertido! Incluso puedes tener contacto con tus ídolos —me sonrió —Ya sabes, escribirles, ver sus fotos y acosarlos.

Rodé los ojos.
– Por última vez, Alejandra —prepárate para mi sermón — Las personas que controlan la cuenta de los famosos, es otra gente a la que le pagan para hacerlo. No son los famosos realmente.

– ¡Se vale soñar Abigail! No destroces mis fantasías.

– No las destrozo —me excusé — Sólo te ayudo a ver la realidad.

– ¿Quién quisiera verla?

Solté un suspiro y apreté los dientes.
– Sólo muévete —murmuré.

Alejandra movió un par de cosas al ordenador e hizo click en el botón de "crear una cuenta" en el sitio de Twitter.

– Necesito tu correo —dijo sin apartar la vista de la laptop.

Dudé en dárselo.
– abbygoodgirl21@gmail.com

Ale se quedó callada, pero yo estaba segura de que se estaba muriendo de risa por el nombre de mi email, pero, ¿cual era el problema?

¡Sólo era un nombre!
Al menos ya no soy la: cHikkKittA_b0NiTitA002

Al fin crecí.
– ¿Contraseña?

Robert... —me callé — ¡No te diré mi contraseña!

– Lo tengo —aseguró riéndose y escribiéndola en el teclado.

Suspiré.
Vaya, soy tan predecible.
– Tan sólo me hubieras dicho que tu contraseña era el apellido de tu esposo falso —rió —eres demasiado predecible.

– Cállate.

Me recargué en el respaldo de mi asiento y crucé los brazos sobre mi pecho.

– Listo —sonrió —tu nombre de usuario es Abigail Kepler.

Arrugué la nariz desaprobando ese nombre.
– ¡No! Pon Abbygoodgirl21

Alejandra se esforzó en no ponerme sus ojos en blanco. Sí que la estaba desesperando.

– Eres tan sosa... —me soltó.

– Más sosa sería si pusiera mi nombre completo —contesté.

Nos quedamos un momento en silencio. Ale seguía moviendo cosas en el ordenador sin dirigirme la palabra.

A veces no la entiendo.

Ella ha sido mi mejor amiga desde que tengo 10 años. Es mi incondicional y siempre ha estado ahí para mí. Sin embargo, a veces parece desesperarse muy pronto a mi lado.

– Ya está —dijo mirándome.

Miré la pantalla.
– ¿Eso es todo? —pregunté asombrada.

Ella asintió.
– Así es, terminamos y por favor, no lo eches a perder.

Se levantó de su asiento.
– Espera, ¡no sé usarlo! —le dije asustada.

– Ni siquiera es la gran cosa —se quejó —Busca algún tutorial. Yo ya estoy harta.

Entonces tomó su mochila salió por la puerta después de despedirse, dejándome sola.

– Gracias —grité a pesar de que sabía que ella no me había escuchado.

Miré nuevamente el ordenador.
Bufé.
– Veamos que puedo hacer con esto —murmuré para mí.

Si fuera verdad. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora