- ¡Estoy en casa! - grité a mi hermano una vez que entré por la puerta.
- Aquí, enana - gritó desde afuera.
Jadeé con pereza y me acerqué para hablar con él.
- Eh, ¿qué diablos haces lavando ropa? ¿Al fin te convenciste de que eres todo un ceniciento? - me burlé.
- Ja, ja - respondió sin humor - muy graciosa, enana. No. Tendré una cita y toda mi ropa está sucia. Y tú no estabas en casa, mamá tampoco, por lo tanto, me tocó lavar a mí.
Gruñí.
- No seas machista, Kepler - amenacé - las mujeres no nacemos para esto.
- No - dijo y cargó la cesta de ropa - pero las hermanas menores y las madres, sí.
Posteriormente me dejó sola peleándome con el aire.
- Menudo idiota - murmuré al viento.
Me regresé a casa y lo miré mientras organizaba la ropa.
- Maldición, necesito ropa nueva - masculló.
- ¿Sí? ¡Te puedo ayudar! - sonreí con un as bajo la manga.
- ¿Cuál es la trampa, Meredith? - cuestionó él.
- Eh... - pensé - Shay Robertson vendrá en unos meses a la ciudad. Y necesito que me lleves. ¿Puedes?
- ¿Quién diablos es Shay Robertson? - inquirió - da igual. Anda. Trato hecho.
Gemí entusiasmada.
Saqué el teléfono y marqué un número.
- ¿Abby? Por dios, chaparra. Te acabo de ver y ya estás buscándome otra vez.
- Cierra la boca, Doyon. Escucha con atención.
**
- ¡Hey! Es genial el conjunto, debo admitirlo - sonrió para sí mismo. - te has salvado, Abby.
Me encogí de hombros y sonreí con inocencia.
- ¿Qué puedo decir? - sonreí para mí - (1) tengo que besarme a mi misma, soy tan linda.
- Pff, cálmate, Mars (1)- reprendió - Hey, gracias.
- Por nada - respondí - no te olvides del favor.
- Vale, vale - bufó - bueno, se hace tarde. Debo irme.
- Adiós, te huelo luego - sonreí mientras le abría la puerta.
En cuánto la cerré, solté un suspiro.
- Desafortunada la que haya accedido a salir con él - me burlé.
- Eres todo un caso, Kepler - se rió Frank saliendo de la cocina - ¿Cuándo le dirás que la ropa es mía?
- Frank, tú te ves feo de cualquier manera. Sin embargo, calladito, no te ves tan mal.
Frank rió.
- ¿Y mi paga? - cuestionó.
Bufé.
- Vale, dime que es lo que quieres.
- Eh... - pensó - mira, Maddie me lo ha pedido, ¿sí?
- Ayúdame, Jesucristo - murmuré para mí.
Frank rió.
- Mañana Maddie y yo iremos a un restaurante que queda en el centro de la ciudad - dijo - y mi primo viene de visita, también mañana y no quiero que esté solo viendo como Maddie y yo nos comemos la cara, por lo tanto...
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Si fuera verdad. (Editando)
Novela Juvenil¿Podría ser verdad que estuvieras conviviendo con tu amor platónico por medio de una red social como Twitter? Parece imposible, ¿cierto?