Capítulo Catorce.

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Abby.

Volvimos a casa un par de horas después, terminé llevándome una prenda que según mamá: me sentaba como un guante.

Era ajustado y cómodo, de un color dorado brillante.

Mamá también me consiguió unos tacones preciosos.

Creo que era la única parte que me gustaba de ir a un baile: comprar el atuendo de esa noche especial.

Billie había vuelto hace media hora y ya había hecho la sala de estar suya.

Se encontraba ahí mirando el partido de los Patriots mientras comía frituras y bebía refresco.

Nos vio.
- Hola mamá - luego me miró a mí - Hola pulgarcita.

Puse mis ojos en blanco.
Caminé hacia la sala y le arrebaté la lata de soda que bebía.

Me apropié de ella y me senté en el sofá.

- Los cowboys son mejores, ¿en qué diablos estás pensando en apostar contra ellos? - opiné.

Me quitó la lata, limpió la boca del refresco y bebió nuevamente de ella.

- Tienes mal gusto en este tipo de cosas - aseguró - Es decir,
¿Quién apoyaría a los Dodgers en baseball?

Crucé mis piernas.
- Los Mets no son mejores.

Se cruzó de brazos.
- Pues los Astros de Houston tampoco me convencen.

- No son tan buenos los Yankees.

Mamá suspiró rendida.
Tendió el vestido sobre el sillón más pequeño y desapareció por las escaleras antes de despedirse.

Me levanté de mi lugar y revisé mi Twitter.

ShadowsOfShay21:
¿Video chat? :3 ♡

Maldición.

><

Me senté en mi cama con la laptop en mis piernas.

Revisé disimuladamente mi vestuario mientras ingresaba a Skype.

Se me revolvía el estomago con ganas.

¡Me vería por pantalla con mi ídolo! Vaya suceso.

Dios, no podía respirar.
Lo único que me mantenía cuerda ligeramente era que todavía tenía una vaga sospecha sobre que quizás, él no era auténtico.

Pero aún así moría de nervios.

La llamada comenzó a realizarse y el ritmo de mi corazón se echó a andar frenéticamente.

Me quería ir corriendo, pero de cierta forma quería quedarme ahí.

En cuánto la pantalla reveló al Shay L. Robertson que yo tenía hasta en póster, se me congeló el aliento.

Su mirada verdosa azulada me saludó, me recorrió cada una de las facciones de mi cara.

Su sonrisa se ensanchaba más y más, por cada parte de mí que recorría.

Su cabello rubio estaba despeinado y su torso sensualmente descubierto.

Oh maldición.

Por favor, díganme que no estoy soñando.

- Lo mismo digo - me dijo a través de la pantalla.

Parpadeé.
¿Lo dije en voz alta?

- Ah... - mi mente no funcionaba.

Si fuera verdad. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora