Capítulo dieciocho.

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~ Shay ~

Me senté en mi escritorio con una sonrisilla de imbécil mientras disfrutaba de ver sonrojar a Abigail.

Así mismo, yo disfrutaba viéndola morderse el labio. Dios, era una tortura tan adecuada y sexy para mí.

- ¡No! -me espetó frunciendo los labios -Eres un pervertido asqueroso, Shay.

Mi nombre sonaba tan bien viniendo de ella... la forma en que su lengua acariciaba cada letra.

Y yo quería acariciar esa lengua con la mía, también.

Me eché a reír.
- ¿Por qué no? -cuestioné.

- Yo... no pienso decirte de qué color es mi ropa interior.

Sonreí con todos mis dientes.
- ¿Qué tiene de malo? Sólo es curiosidad, ¿sabes?

Abrió la boca ofendida.
- Pues vete al diablo, tú y tu maldita curiosidad.

Solté una carcajada.
- ¿Una pista?

- No.

- ¡Vamos! -me reí - ¿Es roja, no?

Ella frunció el ceño y negó.
> ¿Negra? -mordí mi labio.

Abby puso los ojos en blanco.
- Cállate ya, Robertson. No lo sabrás.

- Error -respondí -Sé que es negra, puedo verlo a través de tu blusa de lino.

Ella abrió la boca ofendida.
- ¿En... serio? -intentó cubrirse con la misma prenda, aunque sólo consiguió levantársela ligeramente.

La vista de su abdomen desnudo me causó un dolor por debajo de la cintura.

Me removí.
- Sí, o por lo menos tu sostén lo es. Me pregunto sanamente si tu prenda inferior va a juego.

El rubor abarcó toda su preciosa cara.

- ¿Por qué te importa? -preguntó ya fastidiada pero aún con una sonrisa.

- Tienes razón, no sé porqué. Si de todos modos voy a terminar quitándotela -susurré.

El rubor se tornó todavía más fuerte.

- ¿Estás hablándome sucio? -ríe, ligeramente nerviosa.

- No, pero, ¿quieres que lo haga? Tengo una lengua traviesa y una imaginación amplia.

- Idiota -murmuró -Bueno, ¿ya me vas a contar cómo estuvo tu día?

- Oh seguro, fue algo entretenido. Tuve problemas con Clark...

- ¿Y eso? -se inclinó sobre su estómago y el escote de su blusa me dio la bienvenida.

Carraspeé intentando mantener la vista.
- Pues no siempre soy buen chico. Me gusta hacer rabietas, ¿sabes?

Ella soltó una carcajada.
- ¿Tú? ¿Haciendo rabietas? ¿Acaso no te compraron tu helado de vainilla otra vez?

Puse los ojos en blanco y sonreí como imbécil al saber que ella es mi fan: lo que significa que conoce muchísimas cosas de mí. (Por no decir todo)

- Fue sólo una vez y bueno, era de vainilla. ¡Sabes que es mi favorito!

Abby rio y se movió más cerca. La cámara capturó entonces poca tela de su sostén.

Hermosamente negro.
Bendito dios, esto me matará.

- Entonces, ¿por qué fue tu rabieta? -se relamió los labios.

Intenté concentrarme en sus ojos, pero sus bonitos labios mojados y su increíble pecho descubierto, me lo ponían difícil.

- Uh... -pensé. ¿Le diré que iré a Seattle por ella? ¿O la sorprenderé allá? -Pues siempre están exigiéndome cosas pero... hoy... fueron muy lejos.

Si fuera verdad. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora