Capítulo Cinco.

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- Vaya - exclamé - eso es tan poco realista...

Alejandra rodó los ojos y Maddie soltó un suspiro de exasperación.

- Aquí vamos de nuevo - susurró Ale de mala gana.

Maddie se limpió la garganta.
- ¿Tienes algún problema con las películas de apocalipsis zombie?

Solté una melodiosa carcajada.
- Miles de ellos.

- Descuida - murmuró Rivas - no queremos oírlos.

Me reí sin sentirlo ni un poco.
- Claro que quieren.

Carraspeé.
- Aquí vamos de nuevo - dijeron ambas al unísono.

- En primera; eso es prácticamente imposible, digo, ¿que clase de virus puede causar toda una epidemia?

Alejandra bufó.
- Pues obviamente, uno muy contagioso y dañino. Yo pienso que podría pasar, ya ves, con todos los avances tecnológicos, ¿que falta para acabar con una epidemia de muertos no muertos sino infectados?

Puse los ojos en blanco.
- Eso es estúpido. Digo, no entiendo. ¿De donde puede provenir el virus?

- De un... - no la dejé terminar.

- ¿Y de donde sacaría la gente todas esas armas? - cuestioné.

- Para tu información, estoy segura de que la armada... - quiso seguir.

- ¿De donde sacarían las agallas para ir y dispararle a un zombie? - dije.

Ella no se molestó en contra decirme.

- ¿Cómo puede una chica tan sexy como esa saber disparar una escopeta? - seguí.

Mad levantó la mano.
- Caras vemos, corazones no sabemos.

Me encogí de hombros.
- Tienes razón... - lo analicé - continúo... ¿como...?

- ¡Detente! - gritó Alejandra verdaderamente harta - ¿Qué demonios pasa contigo? ¿No puedes dejarnos soñar y ya?

Mordí mi labio inferior pensativa. ¿Podía?

¿Sueños?
A mi no me vengan con eso.

- Los sueños son estúpidos - confesé enfadada - son malditas ilusiones. Burlan a la mente y cuando menos lo esperas, la realidad te golpea con todo. Haciéndote caer y sollozar hasta secar tu garganta violentamente.

Ambas se quedaron en silencio.
Ninguna dijo nada.

Se formó un silencio incómodo.
Ambas me miraban con cautela.

- ¿Quién te rompió, Abby? - cuestionó Ale.

Apreté mis labios con fuerza.
La ira en mi interior se convirtió en tristeza.

- Nadie me rompió - admití - la vida acabo con mi alma hace tiempo atrás.

Otro silencio incómodo.
No comprendo... ¿es tan difícil verlo?
Hasta que les caiga de repente la realidad entenderán.

Soñar, tener fe y todo aquello, es una bobada. Digo, al final, ¿nada es real, cierto?

Mad carraspeó.
- Llamaré a Frank - dijo - pongan la siguiente película y para mantener la noche viva...

La miramos.
>> Cállense, por favor - pidió mi amiga.

Gruñí.
Me crucé de brazos y me quedé sentada sobre la cama.

Alejandra estaba viendo a un punto fijo debajo de sus pies descalzos.

- No le veo el sentido, Abby - confesó ella - la vida es bella. ¿Por qué decir cosas tan tristes sobre ella?

Si fuera verdad. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora