Capítulo Veintidós.

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- ¡Maldito! -exclamé y me lancé sobre él.

Shay me tomó con sus fuertes brazos de la cintura, apretó el agarre sin intenciones de dejarme ir.

Estaba exageradamente feliz. Podía sentir mi corazón latir con rapidez.

- ¿Qué haces aquí? -musité emocionada.

- Vine por ti, Birdy. Claro -susurró.

- Te extrañé -confesé.

- Te mandé un mensaje en la mañana -dijo.

Me aparté de él.
- No fue suficiente, imbécil. Todo mi día fue un asco y me sentí terrible porque no me llamabas o algo.

Abrió la boca para decirme algo. La cerró y la volvió a abrir.

- Pensé que no te importaba, Birdy. Todavía no somos pareja -dijo y bajó su mano derecha a mi trasero, me enseñó una sonrisa pícara.

Jadeé.
Con mi mano aparté la suya.
- No, pero... me hubiera gustado leer algo tuyo.

Acercó su rostro al mío.
- Apuesto a que sí. ¿Hubieras querido leer un mensaje sucio? Porque ahora que te veo físicamente, tengo muchísimas cosas que decirte. Como... que me gustaría volver a ver ese hermoso sostén negro.

Abrí la boca avergonzada.
¿Cómo supo que mi sostén era negro?
Ah, ya me acordé.

- ¿Volver a ver? -susurré.

- Para al fin quitártelo con los dientes como en mi sueño -sonrió.

Sacudí la cabeza.
- Eres un... dios, ni yo sé.

- Hay algo que he querido hacer desde que te conocí -dijo recorriendo cada parte de mi rostro con sus ojos -Besarte lo más fuerte que pueda.

Gemí.
- Hazlo, entonces.

- No me lo digas dos veces.

Tomó mi boca con ferocidad, como si en realidad lo estuviese deseando. Acabó con mi desesperación.

Sentía mis piernas temblar.
Los nervios me invadían por completo, a pesar de la increíble sensación, no se me olvidaba que ¡estaba besando a mi platónico Shay Robertson!

La hermosura de cabello rubio, abdomen trabajado y ojos profundos que yo había admirado en mis épocas de adolescente.

No me di cuenta cuando me tembló el cuerpo y casi me caí de no ser por los brazos de Shay.

Se echó a reír.
- ¿Tanto te impresionó? -mordió su labio inferior y me miró con suficiencia.

Rodé los ojos.
- No es eso, es que tengo hambre -mentí a medias.

No le quería subir el ego, ¡bastante tiene ya!

- ¿Hambre de qué? -cuestionó con sensualidad.

Ay, será imbécil.
Le lancé una mala mirada.

Se rió.
- ¿Qué? Me refería a qué quisieras comer: ¿fruta? ¿Frituras? ¿Dulces?

Lo codeé.
- Eso no parecías sugerir.

- ¿Yo? Eres tú la de la mente cochambrosa.

- No soy yo quien me quiere arrancar la ropa con sus dientes -Señalé, me ruboricé de sólo pensarlo.

- Y no soy yo quién quiere comerse a alguien, sucia.

Si fuera verdad. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora