Al día siguiente Marina volvió a pasar el día fuera, ya que Lourdes la había invitado a comer con el secreto interés de conocer mejor a la chica de la que su hermano pequeño no dejaba de hablar en los últimos dos días. La rubia, al principio reticente, acabo aceptando. Aunque le sabía mal estar saliendo tanto sin su familia, sin poder pasar juntas todo el tiempo que se habían propuesto. La Rafi, por supuesto, no compartía esta opinión, encantada como estaba de las nuevas amistades que había hecho su hija menor.
-Alba, ¿Por qué no vas tú también?- pregunto justo antes de que Marina saliera de casa aquella mañana.
-¿Yo? A mí no me han invitado.
-Anda, ¿y qué tendrá que ver eso?, tú vas con tu hermana. Y ya está- insistió su madre.
-Mami, si es que yo prefiero quedarme aquí contigo- le rodeó el cuello con el brazo desde atrás- en vez de con esos cayetanos de Marina. Vamos a irnos ahora a la playa, ¿a que sí?- dejo un beso en su mejilla sin separarse de ella.
Marina rodó los ojos al escuchar el comentario de su hermana pero después se despidió de ella con una sonrisa, sabiendo que no había dicho aquello con ninguna mala intención.
Tal y como había dicho Alba, un rato después se marcharon a pasar el día en una cala de la que habían oído hablar sus primas y que se encontraba a unos kilómetros de la casa. Por lo que tuvieron que coger el coche para llegar y llevarse la comida preparada.
Hacía la mitad de la tarde decidieron que se habían cansado de tomar el sol y volvieron a casa. Alba acababa de sentarse en el sofá del salón, esperando su turno para meterse a la ducha, cuando sonó su móvil, extrañándose al ver que era su hermana quien la llamaba.
-Mini, ¿qué pasa?
-Alba, ¿dónde estás?- dijo Marina al otro lado, en un tono de voz apagado que no le gusto un pelo a la rubia.
-En casa de la tita, acabamos de llegar de playa. ¿Por qué? ¿Qué te pasa?
-Nada, solo que se ve que he cogido algo, la gripe o no sé. Me he empezado a sentir faltal durante la comida, y pues me han traído a casa de Álvaro porque estábamos aquí cerca...
-¿Tienes fiebre?- se interesó Alba al acordarse de cómo se ponía Marina cada vez que estaba enferma.
-Sí, al llegar aquí he perdido un poco el conocimiento, ya sabes que me pasa siempre- su hermana tragó saliva al otro lado del teléfono- Pero ya me ha bajado un poco y estoy mucho mejor, sólo que Álvaro por ahora no deja que me mueva de aquí, así que te he llamado por si os preocupabáis- le explico Marina al tiempo que miraba comoo Álvaro entraba en la habitación de nuevo en con una toalla húmeda para refrescarla.
-Mándame la ubicación y voy para allá.
-Albi, no hace falta que vengas, luego me llevarán a casa de la tía.
-Que no Marina, que prefiero ir yo a por ti, mándamela anda. ¿Necesitas que te lleve algo?- insistió Alba.
-No, no te preocupes- la tranquilizó Marina mientras miraba a Álvaro con una sonrisa sin que su hermana pudiera verlo.
-Vale, pues enseguida estoy allí.
Alba se encaminó hacía donde estaba su madre para avisarla de lo que había pasado y de que se iba a por su hermana.
-¿Pero a dónde vas a ir ahora, hija? Sí seguro que Marina está muy bien allí- dijo la Rafi intentando frenarla.
-Mamá, ¿pero cómo puedes ser así? Me voy ahora mismo- se indignó Alba, que había estado intentando contenerse tras ver la sonrisa en la cara de su madre al saber que una de sus hijas había pasado la tarde en la casa de los Lafuente. Con fiebre, sí. Pero en la casa de ellos, que era lo importante.
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Primeras impresiones
FanfictionNatalia Lacunza pertenece a una de las familias más adineradas del país. Alba, trabaja como galerista de arte en Madrid y vive soportando las contínuas insistencias de su madre para que se despose cuanto antes. ¿Qué sucederá cuando sus caminos se c...