Natalia se había preparado a conciencia para la cena de ese viernes por la noche en la casa de su amigo Álvaro.
Había vuelto pronto a casa desde el trabajo: se había dado un baño con sales perfumadas para adorar a su cuerpo con el relajante aroma de la lavanda; se había lavado el pelo cuidadosamente, aplicándose un nuevo tratamiento que prometía hacerlo brillar como las mismísimas estrellas; después, había acicalado su ya perfecto cutis con las cremas más caras del mercado y se había aplicado un suave maquillaje, sutil pero diferente al resto de ocasiones.
Finalmente, envuelta en una bata de seda negra se dirigió hasta su vestidor para elegir la ropa que cubriría su esbelto cuerpo aquella velada.
Tras unos pocos titubeos, se decantó por unos vaqueros rectos oscuros, una camisa blanca sencilla de manga al codo y una cazadora de piel negra anudada a la cintura.
Una vez vestida con las prendas, se perfumo, y salió de su casa para dirigirse hasta su coche. El cual llevaría hasta casa de Álvaro, a unos minutos desde donde se encontraba.
Durante su trayecto en solitario resopló un par de veces.
Tenía ganas de ver a Alba.
Tenía ganas de ver a Alba en casa de su amigo, en aquel nuevo ambiente más familiar.
Pero también tenía miedo, miedo por que temía que el corazón de la rubia ya estuviera siendo ocupado.
Miedo porque el suyo mismo, ya estaba siendo ocupado de manera inevitable por Alba.
No había ya noche en la que la rubia no se colara en sus sueños vestida de blanco.
Por todo ello, se había preparado con tanto mimo para aquella aparente simple cena junto a su amigo y su encantadora novia.
***
Alba Reche, había pasado aquella tarde, al contrario que Natalia, pasado maldiciendo a todos los dioses que conocía.
A Amelia se le había ocurrido hace unos días, tras su vuelta de América, hacer inventario de todo lo que tenían en la galería. Además, había exigido que estuviera listo para el lunes siguiente.
Esto había obligado tanto a Marta, como a Alba, que aquel viernes tarde hubieran tenido que hacer unas cuantas horas extra. Pues los viernes, normalmente, la jornada laboral de las chicas acababa un par de horas antes.
Alba resoplaba entre los papeles y las incontables listas que tenía sobre el escritorio de su jefa mientras miraba el reloj, calculando cuanto tiempo le quedaba para salir a casa corriendo y darse una ducha.
Después tenía que ir hasta casa de Álvaro, en metro para ahorrar tiempo. Pero aún así estaba claro que llegaría algo más tarde la hora acordada.
Volvió a resoplar.
Odiaba ser impuntual, y especialmente sabiendo que aquella noche Natalia iba a ser la cuarta en discordia en esa cena.
Pero apenas tenía tiempo de pensar en ello con lo que tenía delante en ese momento en aquel despacho se la galería.
Media hora después salió pitando hacia su piso, habitado en aquel momento solamente por la pequeña Queen. La cual la saludo con un adorable maullido de bebé gato, reclamando su ración de mimos.
Alba la acunó entre sus brazos unos instantes, no tenía tiempo que perder pero tampoco era de piedra y le era imposible resistirse a los encantos de aquella felina gris.
Tras comprobar que la gata tenía el pienso y comida necesarios, se metió en la ducha con toda la rapidez el mundo.
Se lavó el pelo, pues la necesidad era ya imperiosa, y salió envuelta en su albornoz directa a la habitación para elegir el vestido que iba ponerse.
Porque tenía claro que iba a llevar un vestido.
Cogió su vestido de cóctel negro se confianza, que nunca le fallaba. En ninguna época del año.
Primero se colocó la ropa interior, de color negro, unas medias del mismo color para proteger sus piernas del frío otoñal madrileño y finalmente, el vestido que a pesar del paso de los años seguía quedándole como un guante.
Tal vez resultará algo corto, pero las medias hacían que el outfit general no resultará apenas atrevido.
El pelo, que aún estaba mojado, decidió engominarlo y peinarlo todo hacía atrás. Se maquilló con rapidez, se pintó los labios y salió de casa al fin.
Enfundada en su abrigo color crema, el cual solo usaba en fines de semana y días de fiesta, corrio hasta la parada del metro rezando por llegar lo antes posible a su destino.
No deseaba hacer ninguna entrada triunfal, ni que llamara la atención.
Aunque, si lo pensaba mejor, en las profundidades de su mente la rubia ya era capaz de admitirse a sí misma que un poco sí que quería llamar la atención de Natalia Lacunza.
Que igual un poco sí, al fin y al cabo.
***
Hola bonitas!Espero que estéis bien
Os dejo este pequeño capitulillo de momento
Espero tener más tiempo para escribir en los días que vienen (aunque con las celebraciones navideñas va ser un poco imposible)
De todos modos, el año que viene nos leeremos seguro
Felices fiestas y próspero año nuevo querides lectores!
😘😘😘❤️❤️❤️❤️
ESTÁS LEYENDO
Primeras impresiones
FanfictionNatalia Lacunza pertenece a una de las familias más adineradas del país. Alba, trabaja como galerista de arte en Madrid y vive soportando las contínuas insistencias de su madre para que se despose cuanto antes. ¿Qué sucederá cuando sus caminos se c...