Tras el intenso domingo que habían vivido tanto Natalia, como Alba (para esta última había resultado especialmente intenso). Ambas se despertaron esa mañana de lunes con la intención de salir del sueño en el que, de una manera y otra, se habían visto sumidas desde el día anterior, en la exposición.
Natalia, de nuevo, había abierto los ojos ese día con la figura de Alba ya en el pensamiento, proveniente de sus ensoñaciones más profundas.
Debido a la fuerte presencia de la rubia en su mente en aquel despertar, la morena había estado intentando sin mucho éxito desde primera hora de la mañana intentar echar a Alba se su mente, aunque sólo fuera durante unas horas. Trató de sumirse todo lo posible en su trabajo con el fin de conseguirlo, y agradeció en parte tener programada esa mañana una reunión de relativa importancia en el centro de la ciudad.
Pero por más que hacía, y a pesar de las circunstancias, aquella chica rubia que casi siempre vestía de blanco en sus sueños no la abandonaba.
Alba, por su por su parte, había amanecido confusa. No sabía ya qué pensar de Natalia.
En un primer momento se había sentido decepcionada por la actitud que había mostrado con ella al comienzo de la exposición la noche anterior.
Si bien, más tarde, su comportamiento cuando ambas habían encontrado en la calle a aquella gatita abandonada la había sorprendido sobremanera. Pues no sé esperaba que Natalia fuera capaz de rescatar a un animal con tanto cuidado.
Pero lo que más la había impactado de todo había sido su comportamiento después del rescate.
Había provisto a la gata de su cara chaqueta aterciopelada para evitar que su pequeño cuerpo se enfriara en exceso en aquella fría noche otoñal. Y además, una vez en la galería, incluso se había ofrecido para llamar a algún buen veterinario con el fin de que examinará al animal o para, incluso, intentar buscarle un lugar de acogida al pobre bebé gato.
En definitiva, Alba se encontraba más perdida que nunca, pues por más que intenta hacerse a la idea de la verdadera personalidad de Natalia, ésta no dejaba de sorprenderla, unas veces para mal y otras para bien, con su cambiante comportamiento.
Aparte de todo esto, aún sentía la necesidad de hablar con Amelia sobre la venta de la señora de los Reyes. Recordó vagamente las palabras que le había dedicado aquella señora la noche anterior y sintió una ligera angustia y desasosiego. Aún así, la joven tenía una confianza casi plena en Amelia, por lo que esperaba que el daño pudiera ser reparado de una manera o de otra.
Y por último, la rubia seguía sin tener noticias de Jorge tras su relativa desaparición la noche anterior. Si bien era cierto que Alba no había vuelto a intentar ponerse en contacto con el desde ayer por la tarde, y en su móvil tampoco figuraba ninguna llamada ni mensaje suyo desde el pasado sábado.
Tras remolonear un poco en la cama con todos esos pensamientos cruzando su mente, Alba, para su suerte o desgracia, se vio abruptamente obligada a salir de la cama. Pues un agudo maullido reclamándola, proveniente de la cocina, la hizo salir de la cama casi de un brinco.
Tras atender a la pequeña criatura lo mejor que pudo (le había dado algo de agua y pienso húmedo de momento, mientras no recibía indicaciones por parte de un veterinario), se fijó en la hora marcada en el reloj de pared que tenía colgado en la cocina. Apenas eran las ocho en punto de la mañana.
-Pues sí que eres tú madrugadora, cosita- le dijo con la voz aniñada a la gatita, al tiempo que le acariciaba la cabecita con suavidad.
Tras comprobar que la gata volvía a hacerse una bolita para dormir, fue al baño para, entre otras cosas, darse una ducha.
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Primeras impresiones
FanfictionNatalia Lacunza pertenece a una de las familias más adineradas del país. Alba, trabaja como galerista de arte en Madrid y vive soportando las contínuas insistencias de su madre para que se despose cuanto antes. ¿Qué sucederá cuando sus caminos se c...