-Julia, que ahora no puedo contártelo bien. ¿Por qué no quedamos mañana?- susurró Alba al otro lado del teléfono, mientras se dirigía a cerrar la puerta de su despacho.
Aquella mañana le había costado salir de la cama más de lo normal, y además lo había hecho con una ligera resaca, a pesar de no haberse acostado especialmente tarde debido a que el día siguiente era laborable. Tras acabar una cita que tenia programada con unos clientes holandeses, había conseguido escaparse unos minutos al pequeño despacho del que disponía en la galería para tomarse el segundo café de la mañana, cuando recibió la llamada de Julia.
En cuanto descolgó, su amiga no tardo ni tres segundos en empezar a hacerle un tercer grado sobre la noche anterior. Aunque la velada la habían pasado juntas, lo cierto era que la atención de la rubia había sido acaparada la mayor parte del tiempo por Jorge, el dueño del local donde habían estado tomando unas copas.
-Albita, vamos, suéltalo todo- insistió.
-¿Pero qué todo?- rió inocente- Si tú también estabas ahí, Juls.
-Puede ser que estuviera allí, sí. Pero por desgracia aún no he desarrollado un oído supersónico que me permita escuchar absolutamente todas las conversaciones que suceden simultáneamente a mí alrededor-Alba soltó una carcajada ante las ocurrencias de su amiga.
-Pues... bien. Estuve muy a gusto, la verdad- le admitió finalmente con la boca pequeña.
-¿Te dio su número, no? Que me suena que le oí algo de que iba a escribirte.
-Sí, me estuvo comentando algo que igual iba a visitar una bodega el fin de semana...
-¿Y vas a irte con él?- la interrumpió- No te veía yo haciendo turismo enológico.
-Pues no lo sé- suspiró- Mi hermana viene en unos días y quería aprovechar el finde para ir despejando el cuarto que va a ser su habitación.
-¿De verdad? Que a mí no me tienes que poner excusas, eh, Alba. Esa historia se la cuentas a Jorge cuando te escriba.
-Que no, que no es eso Julia. Que lo digo de verdad- le aclaró- No me viene bien pasar este fin de semana fuera, eso es todo. Pero no me importaría para nada volver a verle. Me pareció un hombre muy interesante- Julia podía imaginar perfectamente la cara de tontita de su amiga en ese momento solo por el tono de voz que había puesto para decir eso último. Era lo que tenía conocerse desde hace años.
-Ay, anda que... Yo que pensaba que te habías pasado definitivamente a los chumis, Albi- la rubia rodó los ojos ante aquel comentario ligeramente bífobo.
-Bueno, Julia, que tengo que colgarte, ahora en serio- le dio un último sorbo al café- Te prometo que te mantendré al tanto del todo ¿Vale?
-Así me gusta- se complació- Y avísame cuando este Marina por aquí y quedamos.
-Claro, por supuesto. Adiós, un beso- colgó al ver su jefa entrando en su despacho.
Tal y como le había dicho a su amiga, Alba ocupo parte del sábado y del domingo en sacar y recolocar cosas de la habitación que hasta ahora había sido su pequeño estudio, para que pasara a convertirse en la habitación de Marina en aquel apartamento en el que llevaba viviendo sola cerca de dos años.
Guardaba los botes de pintura y demás utensilios en cajas de cartón invadida por la nostalgia, recordando sus años como estudiante de bellas artes. Lo cierto era que había tocado los pinceles más bien poco en los últimos meses, ya fuera por falta de tiempo o de inspiración.
Se prometió a sí misma que iba a hacer todo lo posible por intentar retomar la que había sido su auténtica pasión hasta la fecha. Pero sin agobios y sin forzarse en exceso. Aunque ahora con la llegada de su hermana tuviese que hacerlo en el salón o salir fuera a la terracita que, por suerte, poseía.
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Primeras impresiones
FanfictionNatalia Lacunza pertenece a una de las familias más adineradas del país. Alba, trabaja como galerista de arte en Madrid y vive soportando las contínuas insistencias de su madre para que se despose cuanto antes. ¿Qué sucederá cuando sus caminos se c...