Natalia se despertó de repente con la respiración algo agitada. Se giró para mirar la hora en su reloj de mesilla y volvió a recortarse al comprobar que aún le quedaban aún le quedaban tiempo hasta que llegara el momento de salir hacia el aeropuerto. Resopló fijando su vista en el techo.
Había tenido un sueño con Alba.
No lo recordaba bien, en su mente recién despierta todo era aún bastante confuso. Pero le eran imposibles de obviar las sensaciones oníricas que todavía le recorrían el cuerpo.
Si cerraba los ojos todavía podía volver a sentir unas caricias que no había recibido en la vida real, pero que hacía unos momentos la habían hecho estremecerse. Hasta podía recordar el olor que desprendía el cuello de la rubia.
¿Cómo es posible soñar con el olor de alguien?
Se sentó en el borde del colchón y descanso su rostro sobre las palmas de sus manos.
Debía de estar volviéndose loca.
Se puso en pie para deslizarse fuera de su pijama de seda, como si así pudiera también deshacerse del recuerdo de ese sueño, para después vestirse con la ropa que había dejado preparada la noche anterior para su viaje.
Media hora después se encontraba en un taxi camino del aeropuerto para coger un avión que la llevaría hasta Cannes. Estaba contando los momentos que le faltaban para poder abrazar a sus dos hermanos, ya que llevaba cerca de tres meses sin poder hacerlo.
Una vez aterrizó en territorio francés, Sebastian, el chófer de la familia la recogió puntualmente para llevarla hasta su residencia en aquel país.
Suspiró aliviada en cuanto puso un pie en la casa y observó el mar a través de los grandes ventanales que iluminaban el amplio salón de la entrada. Estaba ansiosa por desconectar y disfrutar con su familia de los días estivales.
Llevaba una temporada sintiendo que solo vivía para trabajar, obteniendo satisfacción solamente de los frutos que obtenía de aquel trabajo. Esperaba que aquellos días le sirvieran para reflexionar y poner algunas cosas en perspectiva.
-¡Natalia!- apareció de repente su hermano Santi, lanzándose a abrazarla- He oído el coche y sabía que eras tú- dijo con emoción mientras su hermana le daba un beso en la mejilla igual de sonriente que él.
-¿Dónde están todos?- preguntó tras separarse un poco.
-Fuera, tomando el sol. Le he prometido a Elena que la avisaría en cuanto llegarás, vamos- comenzó a caminar hasta la parte trasera de la casa.
-¿Y por qué no estabas tú también ahí fuera?- le miró entrecerrando ligeramente los ojos- Santi, no te estarás pasando los días con la videoconsola...
-Qué va, Natali- le sonrió, pero su tez le había delatado, demasiado blanca como para llevar dos semanas allí.
Natalia decidió dejarlo estar.
-Oye Santi- paro en seco antes de que salieran fuera para encontrarse con el resto- ¿Cómo estás viendo a Elena? Te dije que estuvieras pendiente de ella estos días- murmuró con preocupación.
-Y lo he estado, te lo prometo- le aseguró para después encogerse de hombros- Será mejor que lo juzgues por tí misma, ya sabes cómo es.
Nada más pusieron un pie en la terraza, que daba a playa privada que poseían, Elena fue corriendo hacia ellos, enganchándose enseguida al cuello de su hermana.
-Mi niña- dejo un beso en su frente- Qué ganas tenía de verte- se apartó de ella para acariciarle las mejillas- ¿Cómo estás?- Elena asintió y se volvió a abrazar a ella.
ESTÁS LEYENDO
Primeras impresiones
FanfictionNatalia Lacunza pertenece a una de las familias más adineradas del país. Alba, trabaja como galerista de arte en Madrid y vive soportando las contínuas insistencias de su madre para que se despose cuanto antes. ¿Qué sucederá cuando sus caminos se c...