Capítulo 18

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Unos días después de aquel extraño, a la par que excitante, sueño de la rubia, ésta se encontraba en La Posada para hablar con Jorge, por fin, de lo que había ocurrido el día de la inauguración de la exposición con los camareros que el joven le había prometido.

Era viernes por la tarde y el cielo estaba apunto de oscurecerse por completo debido a que el final del otoño se acercaba de manera sigilosa pero constante.

Alba había entrado al local sin expectativas de ningún tipo, solamente con la disposición de dejar que Jorge se explicase. El chico se había puesto en contacto con ella el día anterior, pidiéndole disculpas nada más escuchar tono cortante con el que Alba respondió de primeras a aquella llamada, rogándole que por favor se reunieran aquella tarde en su local para explicarle lo sucedido. Todo ello acompañado de muchas más disculpas al terminar la llamada.

Alba, apenas con unos vaqueros y una camisa negra de manga larga, se sentó en una de las mesas que habían dispuestas en uno de los laterales a esperar a que el dueño apareciera por allí. No le apetecía, ni quería, ponerse a ella misma a buscarle.

Era él el que había solicitado aquella cita y él, era también el único que debía de dar explicaciones en ese momento.

-Buenas tardes, preciosa- dijo Jorge con voz dulce pillando a Alba por sorpresa, ya que se había sumido en sus pensamientos mientras miraba a la gente pasear por la calle a través de la fachada acristalada de aquel bar de copas.

-Ah, hola- respondió sin levantarse para saludarle como era debido.

-¿Qué te apetece tomar? ¿Una ginebra con tónica?- se ofreció, ejerciendo de verdadero camarero. Alba siguió sin moverse al tiempo que él seguía parado frente a ella esperando su respuesta.

-Es aún pronto para beber algo así ¿no crees?- le respondió con tono monocorde y gesto más bien poco amigable.

-No olvides que es viernes- insistió Jorge, que no pensaba darse por vencido en sus atenciones hacia Alba

-Ponme un café cortado. ¿Sabrás hacerlo?- le respondió finalmente, que tras aquella frase socarrona hacía el dueño, dejó que una ligera sonrisa se asomará en su rostro.

Jorge volvió tras unos cinco minutos con la taza de café de Alba y un whisky con soda para él. Para Alba, el simple olor de aquella bebida ya era capaz de revolverle un poco las tripas, y más en ese momento del día. Nunca había soportado el whisky, por muy escocés que éste pudiera llegar a ser.

-Alba, déjame que te lo explique todo. Por favor- le dijo Jorge una vez estuvo sentando frente a ella, al tiempo que la miraba intentando poner ojos de corderito. Pero no le salió bien del todo.

Jorge Méndez podía ser muchas cosas, pero para nada un corderito.

Alba seguía sin querer decir nada, no hasta escuchar su explicación.

Al mismo tiempo intentaba en privado acallar las tenues voces de su mente que decían lo siguiente:

Tiene unos ojos tan marrones, redondos, y bonitos.

Unos dientes tan perfectos

Tiene unos gestos tan elegantes

Consiguió acallar esas peligrosas voces justo cuando el hombre que tenía sentando frente a ella comenzó a explicarse.

-Verás, el sábado fue un día muy difícil para mí. Pero aún así hice me asegure de que los camareros estuviera allí el domingo, tal y cómo te informe- pausa "dramática"- Pero lo cierto es que uno de mis familiares está teniendo un problema de salud- En este momento Alba comenzó a escuchar con más atención- El familiar más querido que me queda, tras la muerte de mi padre. Pero bueno, ese es otro tema...-dejo caer, Alba asintió animándole a continuar con su gesto.

-La hermana de mi padre, mi querida tía, está muy enferma. Los médicos dicen que tal vez...-más silencio dramático, en el cual está vez Alba comenzaba a participar- Bueno, el sábado tuvieron que llevarla de vuelta al hospital, y... Me olvidé de todo Alba. Lo siento muchísimo. Es un problema mío que tengo, me entrego demasiado a la gente y me olvido de lo demás. Pero no debería de haberme olvidado de ti, de lo que te prometí para el domingo- Al decir esto sus ojos parecían casi realmente tristes mientras hacía el amago de agarrar la mano de la rubia, que tragaba saliva intentando pensar en qué decir ante toda esta nueva información.

-Jorge, está bien. No te preocupes. Ya está- agarró finalmente la mano que éste le ofrecía.

-Lo siento, rubia- insistió, haciendo que una pequeña sonrisa apareciera en el rostro de la artista.

-Está bien, de verdad. Al final la inauguración salió bien, a pesar de no haber ningún camarero. Por suerte pudimos improvisar una camarera de emergencia, gracias al cielo- le explicó acordándose de su ya querida Marta, la ayudante y recepcionista en la galería.

-Te prometo que no volverá a ocurrir nada así. Quiero que confíes en mí, rubia.

-Está bien- Alba dio el segundo sorbo a su café. Pensó en seguir indagando en el tema de su tía, pero lo descartó tras haber visto lo afectado que parecía Jorge hablando del tema. No era la situación ni el lugar para hablar de eso, ni tampoco el momento.

-¿Entonces la exposición fue bien?-preguntó Jorge sensiblemente más relajado, dedicándole una nueva sonrisa a la mujer que tenía a su lado.

-Sí, todo casi... perfecto. Los invitados parecían muy a gusto, el artista también. Quedó encantado, o al menos eso le dijo a Amelia, mi jefa- aclaró- Lo único que una de las compradoras que tenemos...Le habló mal de mí a Amelia.

-¿Y eso?- dijo el joven con fingido interés.

-Pues, como Amelia ha estado fuera de viaje hasta hace poco, yo he estado al cargo de todo. Todo iba bien, pero esta señora es alguien muy...exigente- se intentó explicar sin reparar en más detalles.

-Vaya, ¿y de quién se trata?

-No creo que la conozcas, bueno o...- vaciló- Su nombre es Esther de los Reyes- pronunció finalmente.

En esos momentos, tras escuchar aquel nombre y apellido, la cara de Jorge Méndez cambió. Su gesto se volvió ligeramente tenso a la vez que pensativo. Pero al poco tiempo lo cambio, consiguiendo que Alba no se percatara de aquello.

-Creo que sé de quien hablas.

-¿En serio?- se sorprendió la galerista.

-Sí, verás... Mi padre era empresario, se dedicaba al comercio internacional. Y cuando yo era niño, hizo negocios con la familia Lacunza. El hijo de Esther se llamaba Miguel Lacunza, eran grandes amigos pero un día...Bueno, no quiero entrar ahora en eso, preciosa- se reprimió. 

-Vaya, no tenía ni idea-dijo sorprendida, en la vida habría podido imaginar que el padre de Jorge y el de la mismísima Natalia Lacunza habían sido, hace años y cuando ambos vivían, amigos.

-Sí, algún día te lo contaré todo. Tal vez. Pero ahora...¿Qué tal si cuando te termines ese café te pongo algo más fuerte?- Alba bajo la vista para mirar la taza, aún pensativa- Ya son casi las nueve, rubia. 

-De acuerdo, ponme ese gintonic- le pidió Alba finalmente.

Después aquella intensa conversación, el cansancio de toda la semana y todo el resto de cosas que rodeaban su vida, aquel viernes no le apetecía otra cosa que evadirse y dejarse llevar un rato.

Descansar de todo, y hasta, descansar un poco de sí misma. 

Soló por aquella noche.

***

Hola! 

Os dejo este capítulo mañanero. 

Espero que os guste y que estéis teniendo una buena semana

Besos,

Dafne 

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